EL CUERPO DESPUÉS DE 1900*
El debate entre mente y cuerpo es un tema de siglos. Desde la época griega hasta la actualidad se ha argumentado sobre su relación o predominancia.
Lo cierto es que tanto al sujeto de la antigüedad como al de la actualidad lejos están de respondérseles sus preguntas: ¿Dónde se origina esto que me pasa?, ¿Qué me sucede?, ¿Por qué siempre lo mismo?, Si me enfermo, ¿yo lo ocasioné? Y si es así, ¿cómo poder evitarlo?; ¿qué relación hay entre enfermedad, pensamientos y emociones?;.
¡El médico me dijo que es psicológico lo que tengo!, Siento algo en el cuerpo, ¡me duele! pero ya me dijeron que no tengo nada, ¿entonces qué me pasa?, ¿Qué hago si lo que me dijeron que tengo es algo psicológico o psicosomático, que es puro estrés y chiflasón; ¿en realidad los genes influyen en mi?, ¿De que forma lo hacen; aunque tengo una enfermedad, pienso que podría ser debido a... y muchas más.
Lo desconocido tiende a atemorizar y angustiarnos. Regularmente ante algo que no se entiende, que parece ir más allá del marco de referencia disponible se le quita interés.
Otra forma de recibir y resolver “eso desconocido que da miedo” es escuchando: ¿qué revela esa nueva experiencia?.
¿Alguien se presta a escuchar? Hasta antes de 1900, hombres y mujeres afectados por diversos padecimientos fueron tildados de endemoniados y anormales (aún hoy lo son, bajo diversos adjetivos).
El gremio médico los consideraba simuladores: gente que fingía sus síntomas y dolencias.
La mayoría de los especialistas terminaron por retirarles su interés teórico y técnico (tratamiento) sin por ello resolver el problema, pues seguían sufriendo de parálisis y anestesias; diversos padecimientos que desconcertaban la anatomía y fisiología: quejas de dolor aparentemente inlocalizable; alucinaciones, delirios, etc.–entre muchas más- que evidentemente no podían ser entendidas por el conocimiento de la época.
Ante estas realidades, por los años de 1895 en Viena, un joven médico llamado Sigmund Freud fue más allá al escuchar algo que todos oían pero nadie se interesaba realmente en escuchar; se interesó por investigar lo que estaba a la vista de todos, pero nadie notaba.
Y así, junto con su colega el Dr. Joseph Breuer trabajaron por tratar de entender lo que les sucedía a estas personas.
Reunieron sus observaciones y hallazgos (Breuer, J, y Freud, S. 1895 Estudios sobre la Histeria Buenos Aires: Amorrortu.
Existe amplia bibliografía actualizada al respecto) que revelaron el origen y significado de dichos padecimientos.
Es decir, lo que les sucede a estas personas tiene un significado, un sentido; “eso” que les sucede intenta mostrar algo.
Ello les permitió descubrir algo acerca del funcionamiento psicológico de cualquier persona y no solo de las llamadas “enfermas” o “anormales”.
Freud continuó su trabajo hasta 1939 año de su muerte. (cfr. Freud, S. Obras Completas Buenos Aires: Amorrortu) Sus descubrimientos han revolucionado el entendimiento de la vida mental de los seres humanos: su constitución y desarrollo; las formas en qué actúa el inconsciente; la subjetividad, el desarrollo de la cultura; el sufrimiento, la familia, la lucha de poderes, la infancia, la sexualidad, las relaciones de la vida, el deseo, la muerte... la llamada normalidad y la anormalidad, el papel de los sueños, la educación, el arte, el origen de las religiones, la historia universal, literatura, el desarrollo de las culturas, sociología, conflictos, guerras, antropología, política, ética, psicología, arqueología; en última instancia ¿qué es lo que nos constituye como humanos? Y aún hoy sigue planteando importantes interrogantes.
Antes de 1900 se pensaba que el psiquismo -la mente podríamos decir- era solamente conciente.
De acuerdo a la experiencia inmediata (observar y escuchar pacientemente) Freud descubre que hay cosas que las personas no (re)conocen de sí-mismas y que sufren por ese desconocimiento: pues el sufrimiento es consciente, se vive, ¡es real!; pero las causas y el sentido (significado) del mismo, no; estas permanecen inconscientes pero con posibilidad de hacerse conciente.
Ello se vive como extraño y raro. Como si una voluntad ajena se impusiera. Llevándolos a exclamar: ¡¿por qué me pasa esto?! ¿Qué es lo que me sucede?, ¿por qué sueño esto? Freud da el nombre de Inconsciente a esa parte del psiquismo que no es consciente y que actúa constantemente en la vida de las personas.
¿Y qué es el inconsciente? –se preguntará el lector- Es el sistema psíquico donde no hay tiempo lógico, ni sentido de contradicción, posee un lenguaje figurativo-simbólico, funciona por desplazamiento y condensación; no puede ser entendido con los elementos de la biología o fisiología; y principalmente sus contenidos son desconocidos para el sujeto; advertido indirectamente.
Eso quiere decir que al Inconsciente se le conoce gracias a sus producciones (formaciones del inconsciente) como los sueños, los lápsus, los chistes y los síntomas: el sufrimiento emocional y físico.
Pero ¿qué es todo esto? ¡Ya me revolví! –alguien seguramente dirá. Por lo que para adentrarnos en estos menesteres es necesario que intentemos un ejemplo algo simple que nos proporcione cierta claridad, aunque solo sea momentánea e incompleta.
Supongamos que una pareja planea (o sin planearlo va a...) tener un hijo. Imaginan cómo van a decorar el cuarto, qué ropa comprar, muebles, etc; cómo será, qué le gustará, qué nombre le van a poner, en que escuela va a estudiar, cómo lo van a educar, qué representa para cada uno de los padres ese hijo o hija en su deseo (o en su no deseo, sea el caso).
Ya que ese deseo precisamente será el que lo reconocerá como un nuevo ser, miembro de una familia en una sociedad determinada.
En ese sentido “ese hijo o hija” forma parte de un deseo conciente e inconsciente de sus padres, es decir, lo que esos padres esperan que su hijo(a) sea.
Así, el nuevo miembro de la familia ya posee cierta existencia previa a su nacimiento, al menos en la imaginación y el deseo -o no deseo, sea el caso, cómo decíamos- de sus padres; posee un contexto familiar y social (nacionalidad, historia, idioma, idiosincrasia, religión) que le pre-existe y que lo va a recibir al nacer y lo acompañará durante su vida, con cierta posibilidad de cambio de alguna de ellas.
Al nacer, además de esa “existencia” previa posee una serie de instintos (instinto: serie de conductas biológicamente programadas e inmodificables) que le permiten mantenerse con vida.
La deglución le permite alimentarse, la prensión mantenerse sostenido de quien lo cargue; la orientación, identificar la fuente de sonido, por ejemplo la voz de sus padres.
Sin embargo es necesario que algunos de ellos desaparezcan –instintos- para dar paso a nuevas conductas aprendidas (culturales) más que biológicas.
En última instancia que se humanice. Dicho proceso se realiza de manera gradual. Tomemos el caso de la alimentación: Al ser amamantado, el bebé no solo adquiere comida que le permite obtener nutrientes, saciar su hambre; sino también gratificación, seguridad y protección; desarrolla vínculos con quien proporcione los cuidados.
Gracias a su repetición se forma una memoria que ubica el displacer-tensión-comida-placer.
De tal forma que cuando experimente nuevamente hambre, tensión o dolor solamente, irá en búsqueda de la vivencia que le restituyó la calma-saciedad-placer: el amamantamiento, la imaginación de ser alimentado o la succión del pulgar o de alguna parte del cuerpo.
Esa primera experiencia de placer-displacer es inconsciente, opera aunque el pequeño ser no tenga la capacidad de pensar o de recordarla.
A partir de ahí los instintos dejan de ser lo primero en satisfacerse, para pasar a la vivencia de placer, de satisfacción en primer lugar.
Eso es lo que recibe el nombre de pulsion en psicoanálisis (por el concepto alemán de Trieb, que se traduce como empuje) Entonces el ser humano podrá buscar antes que la saciedad -digamos biológica- la vivencia de placer.
Intercambiar las prioridades de salud o placer, como es posible apreciar en algunos casos, como el fumar, tomar ciertas substancias (alcohol, drogas; realizar conductas de riesgos, deportes extremos, relaciones sexuales de alto riesgo, etc.) aún y en detrimento del propio cuerpo.
¡Semejante paradoja! Otra cualidad de esa pulsion es que no puede ser satisfecha completamente, ni de una sola vez.
Requiere búsqueda constante. El placer, tranquilidad, sexualidad, amor, salud, dinero, trabajo, etc. se mueven en rangos y apreciaciones.
Nunca se les posee absolutamente. Observando la experiencia inmediata se aprecia -dicho saber psicoanalítico- que alguien ante la tristeza por la pérdida busca alimento o alcohol, o lo contrario no comer; otros tienen de todo, pero sienten que le falta algo;, alguien sufre y no sabe lo que le sucede.
¡Ven!, hemos introducido con ejemplos el concepto de Pulsion e Inconsciente en psicoanálisis así de sencillo.
Posteriormente otro psicoanalista, un francés llamado Jaques Lacan, siguiendo la enseñanza de Freud hizo notar que el “Inconsciente está estructurado como un lenguaje” y que ese lenguaje es Significante.
De tal forma que el inconsciente se escribe (digamos, habla) como en códigos, a los cuales es posible encontrar significado.
El síntoma, los sueños, los lápsus, los chistes poseen sentido –descubrió Freud- y éste se desliza gracias a la metáfora y metonimia –le continuó Jaques Lacan.
El sentido se encuentra de forma codificada en el cuerpo, en la idea, en el sueño, chiste y cualquiera de las producciones humanas.
Hagamos otro ejemplo. Supongamos que alguien tiene cierto sueño: imágenes sin sentido, confusas y no muy bien recordadas al despertar.
Sabemos que dicho sueño tiene sentido (igualmente algo que se vive, que se sufre, que se padece, etc.)pero que es todavía inconsciente para quien lo sueña.
Es como si se soñara en otro idioma. Antes de Freud diversas culturas ya consideraban la interpretación de los sueños, pero lo realizaban como una actividad exclusiva del interprete, no de la persona que lo soñaba, tomando todo el contenido-simbólico del sueño y como presagio: anuncio de algo ha acontecer en un futuro.
Gracias a ello, existen, -aún en nuestros días- diccionarios de sueños donde se ofrecen -para todos por igual- significados en torno a soñar con agua, dinero, muertes, etc. Es evidente que carecen de la apreciación y relación con la historia de la persona que lo soñó.
Es decir lo que significa para cada quien soñar con “x” o “y” cosa en determinado momento.
Pues quien lo dice es otro –el escritor del diccionario por ejemplo- y no el propio soñante, para quien el sueño posee sentido, aunque no lo sepa aún.
En este caso el psicoanalista actúa de forma distinta, no sugiriéndole el sentido del sueño (o de lo que le sucede en la vida, padece, sufre, etc.) sino acompañando a que se vaya des-cubriendo (gracias a sus asociaciones-ocurrencias) sus sentidos y así su significado.
¿Y cómo se descubre ese significado? –alguien con razón se preguntará. Mediante el método de Asociación Libre que los psicoanalistas empleamos en el análisis.
O más bien que utiliza el sujeto en su análisis. Consiste en pedir a la persona que diga todo lo que se le ocurra: cualquier cosa que aparezca en el pensamiento, por menos importante que se crea, de vergüenza, no tenga aparentemente sentido con lo que se decía antes o después, sea trivial, ilógica, grotesca, etc; pueden ser ideas, pensamientos, recuerdos, fantasías, proyectos, preocupaciones, algo pasado, proyectos a futuro, sueños.. La condición es tratar de que sea ¡todo! y nada más que todo.
En pocas palabras esa es la descripción del método. Aunque se diga fácil, en realidad no lo es tanto, pues ¡Hay cosas que ni siquiera uno se atreve a confesarse a si mismo!; se requiere ejercitarse en el mismo ¡Haz la prueba! A los lectores familiarizados con la poesía, literatura y lingüística posiblemente se les facilitará más entender el lenguaje del Inconsciente.
Pues la metáfora y la metonimia, son figuras del lenguaje que utilizamos constantemente, aunque no lo advirtamos todo el tiempo.
Decir “¡tus hermosas perlas!”, entendemos que se trata de los dientes; ¡Aquellos luceros me han mirado!, sabemos que hace referencia a los ojos, y muchas más; o en los chistes en donde el elemento que se sustrae (la frase, palabra o sentido) que en otro contexto tiene otro sentido es precisamente lo que da risa, por ejemplo “más vale pájaro en mano, que enfermedad venera” . La sintaxis es correcta, pero el pájaro cobra otro sentido gracias a la segunda parte de la oración.
(Un Significante representa a otro Significante en una cadena) La expresión del inconsciente mediante la metáfora y la metonimia es muy clara cuando hablamos de poesía o chistes, pero no lo es tanto cuando creemos hablar en un lenguaje lógico.
Por ejemplo cuando alguien dice: “Me siento miserable” , pocos pensarían que hay tal vez otro sentido como este: “siento que mi-ser-hable”, o “quiero que mi-ser-hable”.
O alguien que dibuja un busto sin brazos, identificar que algo ha le ha “cimbrado”. Estos sentidos no son fijos, ni por recetas de “esto” es esto otro.
Sino que cada elemento que se asocia a otro, es mediante la asociación libre que realiza (construye) el paciente en análisis.
Como ven dichas teorías no consisten en conocimientos o verdades completas, ya acabadas; con carácter de dogma e inmodificables.
De ser así el psicoanálisis –o cualquier conocimiento- estaría acabado en los dos sentidos de la expresión: de completitud y de desecho e inutilidad.
Y no podría aportarnos nada nuevo. Por ello el Psicoanálisis es un Saber que está en constante movimiento, replanteándose nuevas preguntas, aportando nuevas ideas acerca de la subjetividad.
El psicoanálisis le restituye al sujeto algo de su verdad, permitiéndole tomar posesión de su deseo: de quién es y de que es lo que desea.
Una muestra de ello es su método. El cual al mismo tiempo que proporciona eficacia y vitalidad (actualidad) permite realizar la investigación.
El método con el que los psicoanalistas trabajamos: la asociación libre. ¿Qué es eso de asociación libre? Ello nos requiere que retomemos la figura del Significante, como imagen (acústica, visual, táctil) de elementos sueltos que se desplaza hacia el cuerpo, las ideas, los sueños etc. Ya que la realidad llega (se estructura) al ser humano por medio de las palabras, a como sucede con el lenguaje binario (0 1) de las computadoras las cuales solo entienden y traducen a ese lenguaje.
Incluso si alguien dice: ¡ese articulo es un reverendo puro mugrero! La noción de “reverendo”, “articulo” y “mugrero” permiten entender el juicio de valor sobre el interés o la importancia de lo que aquí se intenta comunicar.
En conclusión e trabajo del inconsciente se realiza -entre otras formas- de forma desplazada y figurativa, sirviéndose del lenguaje.
Sin embargo, lo cierto es que la delimitación mente y cuerpo se sigue presentando. Aún y que ahora se hable mucho de equipos multidisciplinarios, o de una visión integral del ser humano, a ciencia cierta no se sabe muy bien como realizar dicha integración, lo que impide una adecuada conceptualización del sujeto y por ende del trabajo de médicos, psicólogos, maestros, pedagogos, etc. Se termina por decir por consenso que el ser humano es un ser bio-psico-social sin entender muchas veces semejante aseveración .
*Periódico El Porevenir/Cultural, pp. agosto 2005
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