"Between joke and joke... the truth is shown"

psychoanalysis, culture, art and technology

Monday, May 09, 2011

Lo que seduce del crimen


por

Camilo Ramírez Garza

No pretendo hacer una apología del crimen. Sino abordar –no son riesgos- algo que queda de lado por diversos órdenes sociales: el objeto seductor del crimen, eso que encanta, tanto para quien lo ejecuta, como para quien observa y sigue las labores del crimen, así como aquellos que lo capitalizan entreteniendo con sus noticias.

Como su etimología lo indica, crimen es “cortar, cribar, cernir”, ¿Qué se corta, sino lo que se pensó unido? Mientras que Rousseau hablaba de “romper el contrato social”, podríamos decir que en ese nivel se sigue considerando el lugar y función del contrato, en el acto de romper habría un reconocimiento y una posibilidad de poder resarcir lo roto. En estos tiempos –si me permiten la expresión- no se rompe ya el contrato, se mata al que lo hizo y a aquellos que mantienen un lazo gracias a él, la-sociedad civil (terrorismo: eso es a lo que Javier Sicilia se refiere a “Han roto sus códigos de honor” en su llamado a los delincuentes) con un cierto halo de “sublime angelical-abyecta pasión” en el delincuente, al cual se le supone un goce excesivo de amo total: todo el poder, todo el dinero, todas las mujeres y lujos. Son los temas de los relatos y canciones del narco. Ideales que, por más que se lo niegue, son los mismos de los del mercado y la buena educación para muchos niños, jóvenes y adultos: estudiantes, amas de casa, profesionistas, servidores públicos. De ahí que pudiéramos decir que en los delincuentes queda representado “Eso” compartido por el resto que no se ejecuta, sino guarda una relación de horror con el crimen, mientras que el otro –el criminal- si expresa horror/fascinación. “La neurosis es el negativo de la perversión”
-decía Freud.

Por paradójico que parezca, la humanidad rinde homenaje a los que dejan columnas de cadáveres, no solo porque la muerte es “El” asunto humano por excelencia: la muerte de otros nos rebota hacia la nuestra, sino por lo excesivamente enigmático que es “el más allá” desde el más acá. ¿No cumplen esa función las referencias de gente que en pláticas presume que conoce a alguien que conoce a alguien que conoce a alguien que es…? (narco, diputado, alcalde, gobernador, presidente...) Deseo-Vida-Muerte-Sexo-Crimen-Poder es un circuito que sostiene la existencia, dejándola asomar como por una rendija, algo que funciona como un objeto obscuro y del cual se considera que es mejor mantenerlo negado, hacer como que no es motor pujante del mundo. ¿Acaso Silvio Berlusconi no ha hecho público algo que es el “pan de cada día” del poder?

¿No es acaso el mismo elemento seductor asesino-trágico- salvador, el que encontramos tanto en las labores del crimen organizado como en los comerciales del gobierno federal mexicano, ambas con impunidad, donde se enlistan una vez más las atrocidades de diversos capos del narco, y que ha sido el gobierno quien los ha detenido, en algunos casos ultimándolos y exponiéndolos al teatro del patíbulo televisivo, manchados de sangre, cubiertos de billetes para la hora del show? ¿Qué es lo que en realidad le molesta-sirve tanto al Estado del crimen? ¿Tener finalmente competencia sobre quien controlar a la ciudadanía? ¿No es acaso el culto al crimen, un retorno al poder supuestamente ilimitado del soberano, aquel que tenía control sobre la muerte? ¿No es acaso el mejor control hacia el ciudadano: sentir que estamos o en las manos del crimen o del estado, los malos y los buenos? ¿Por qué de pronto el quehacer del Estado y del crimen, parecieran tan iguales? Incluso compartiendo la formula: no es solo el narco quien mata ahora, sino también las fuerzas del Estado.

La desconfianza, fatalidad y paranoización de la existencia en los ciudadanos no es solo la de vivir con miedo permanente, efecto de la delincuencia, sino una actividad que encuentra una noción erótico-fatalista poblada por “quienes si cumplen”, en donde, incluso, –compárenlo con lo que oyen en sus charlas con amigos- se considera aplastante y sin escapatoria el quehacer del criminal: se duda de la promesa de un “x” político, mientras se toma como “ley de la carne” (Cfr. “El imperio del narcoterrorismo en México, de Juan Villoro) eso que el criminal dice que hará, o simplemente ejecuta, cortando el elemento de decir, sentenciar y ejecutar. En ese sentido -al más puro estilo de la ironía- ¿Qué sucedería si las lógicas se intercambiaran: si los políticos cumplieran, y los criminales se volvieran un poco, o un mucho, políticos: que lo que dicen que harán, finalmente quede en pura palabrería?

http://columnacamilo.jimdo.com

Twitter: CamiloRamirez_