"Between joke and joke... the truth is shown"

psychoanalysis, culture, art and technology

Tuesday, December 28, 2010

Con amor de madre


por
Camilo Ramírez Garza

A la desgarradora experiencia de perder a un hijo de manera cruenta, miles de madres
en México, deben padecer igualmente el crimen de un deficiente sistema de impartición
de justicia, el cual, sirviéndose de la impunidad y corrupción, realiza de manera velada y
abierta, una violencia y crimen mucho mayores: no dar garantías mínimas de seguridad
y protección a sus ciudadanos, ya no digamos previas mediante la prevención del delito,
sino después, con la ejecución de procesos y penas para quienes delinquen. Lo ideal:
al haber justicia no solo se pone en su lugar a cada cual, sino sirve, por que no decirlo,
para el descanso de familiares y amigos y la sociedad en general, en particular de los
padres. Finalmente la muerte de nuestros seres queridos no quedó impune y su crimen
fue sancionado. Ahí Derecho cumpliría su objetivo de ser garante, mientras que en otros
casos la justicia espera indefinidamente al estilo de la serie “Cold case”. Como es el caso
de los crímenes masivos del 68y 71 en México, que a pesar de conformar una comisión
especializada para dichos delitos del pasado, la justicia no ha tenido lugar.

En muchas experiencias de desapariciones y secuestros, los padres solicitan
clamorosamente al menos saber donde está su hija, su hijo, para así poder descansar,
rendirle homenaje, llorar su memoria. Recuerdo que Nelson Vargas en repetidas ocasiones
así lo manifestaba, como miles de padres a todo lo largo y ancho del país. Pues contar con
un cuerpo y una sepultura es el inicio del descanso, del duelo, tanto del aquejado por el
crimen como para la familia. Cuando esto falta, el amado familiar está en todos lugares y a
la vez en ninguno. Cuando se trata de una muerte por un crimen, además del inmenso dolor
-¡Las palabras no alcanzan!- se añade la de experimentar en la pasividad e impotencia un
acto radical ejecutado por alguien, conocido o desconocido, que en un solo instante, hizo
de nuestra vida algo diferente, sin marcha atrás. “Yo ya no tengo nada que perder, estoy
muerto en vida” (Nelson Vargas)

Los por qués se multiplican y encuentran, cuando no el silencio, las mil posibilidades
explicativas, cada una es un intento por capturar lo imposible, el sentido de la muerte,
del acto loco, criminal, performativo, incluso desconocido para quien lo ejecutó. De ser
los asesinos personas conocidas, se maldicen las horas, días, lugares donde se le vio,
tendió la mano, recibió, platicó…con aquel que le robó el aliento al familiar querido. Y si
además, aquel desgarrador crimen no logra alcanzar una pena por el sistema que debe de
impartir justicia, entonces el dolor no tiene lugar, ni tiempo, ni medida; y al dolor por la
pérdida cruenta de un ser querido se le añade el pesar del crimen de injusticia de un sistema
deficiente y corrupto que en vez de proteger, castiga. ¿Quién entonces hará justicia si el
Estado no la garantiza? ¿Dios, la escuela, la iglesia, precisamente cuando ante las miradas
cómplices de estas mismas instituciones el Estado opera?

La impotencia de Marisela Escobedo Ortiz, activista que surge del dolor por la tragedia
del asesinato de su querida hija, Rubí Marisol Frayre, a manos de un criminal, a quien
la justicia mexicana no castigó, sino liberó, se lanzó a realizar actividades de legítima
protesta, exigiendo justicia, finalmente otro acto criminal, la frenaron, siendo ultimada
enfrente del palacio de Gobierno de Chihuahua, la noche del 16 de diciembre, mientras
colocaba una manta que decía: “Justicia: privilegio del gobernador. ¿Y para mi hija
cuando?”…días antes había dicho: “Si me va a venir ese hombre a asesinar, que venga y
me asesine aquí enfrente, para vergüenza del gobierno. Tengo amenazas por parte de él y
su familia….que venga y termine conmigo, que termine conmigo aquí enfrente, a ver si
les da vergüenza”. La muerte de Marisela Escobedo Ortiz fue un acto más de protesta, que
denuncia de manera radical aquello mismo contra lo que, amorosamente por su hija, estaba
luchando: la impunidad de su crimen, quizás la única posibilidad de lidiar con su muerte.

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Thursday, December 16, 2010

"Lo sensible y los afectos"

por

Camilo Ramírez Garza

“El psicoanálisis, en ese sentido, es conservador, pues

le enseña al sujeto actual que también le está permitido sufrir”

Slavoj Zizek

Ante el insistente comentario –lugar común, panacea etiológica de todos los males- de: “Eso se debe a la pérdida de valores” –entre otros. En esto cada quien “jala agua para su molino”, los políticos pedirán más presupuesto, mientras que algunos maestros, culpan a los padres, o éstos a aquellos, etc. Podemos advertir, por un lado, un predominio de lo sensible, inmediato, fugaz, por encima de los afectos. Mientras que lo sensible está, digamos, gobernado por el encanto de los sentidos (sentir placer, confort, rápido y de manera instantánea, entre más rápido, bueno, bonito y barato, mejor) los afectos –siguiendo una aproximación psicoanalítica- tienen que ver más con una posición ante el (propio) deseo: ante eso, justamente, que no podría dejar de hacerse, pues de cancelarlo, se cancela la vida misma, el chiste del chiste, los sueños, anhelos, etc.

El mercado bien sabe relacionar pavlovianamente cualesquier cosa con sus productos (juventud, belleza, felicidad, alegría, poder) No solo por el maquiavélico mercado, sino por algo fundamental a los humanos: la pérdida de la regulación instintiva hizo necesaria la invención de la cultura que nos diera no solo un contexto, sino la realidad misma; partir de tal hueco en “lo natural” todo puede ser asociado con cualquier cosa. “El cuerpo es un regalo del lenguaje” Lacan. El estado “natural” para los humanos es lo artificial. Cosa que saben los psicoanalistas, artistas, comediantes y publicistas. De ahí que veamos desfilar desodorantes que al contacto con la piel hacen aparecer hermosas mujeres, celulares que nos hacen salir del encierro de no tener a nadie, y al instante, estar conectado y tener miles de amigos, líquidos lava trastes que humectan la piel, para la madre que no quiere lucir manos de sirvienta, etc. Su lógica plantea una satisfacción inmediata de lo sensible a la manera de un superyó postmoderno con su mandato dictatorial: ¡Debes gozar! La apuesta del capital, a la que aparentemente nadie renunciaría, consistiría en substraer el esfuerzo, paciencia y dedicación a la manera en que al café se le quita la cafeína (a la cerveza el alcohol, a la comida las calorías, al sexo sin sexo, a la guerra sin muertes, etc.) su elemento “peligroso”, que otrora requiriera, para así dar la ilusión, que al alcance de un click, se puede tener el mundo en la palma de la mano, y si no se tiene con qué, no importa, se puede a 6,12,24, 34 meses sin intereses, goce ahora, pague después.

“Quiero trabajar aquí, porque creo que no se hace mucho trabajo” –me dijo de sopetón una candidata a asistente en mi oficina, sin mediar diplomacia laboral alguna. Sospecho que no se escuchaba, pues alguien que se escuche un poco podría resonarle lo que está diciendo. La lógica: trabajar menos, ganar más. ¡Claro! ¿Y tu nieve? Los afectos responden a eso que se anhela y no puede ser adquirido inmediatamente, incluso si son objetos para comprar, sino por mediación de esfuerzo, trabajar y amor, honestamente para obtener recursos que permitan gozar de lo ganado legítimamente. Lo sensible por su inmediatez prefiere tomar atajos, saltarse la baranda de lo legal; lo sensible va organizando vidas perversas que se conforman con... ¡no importa cuanto tengan siempre será poco! Obvian –por qué no decirlo así- lo más trascendental, aquello logrado con esfuerzo y no en un breve instante. Aquí algunos lectores, así como un poco quien lo escribe, podríamos pensar que dichos discursos son de otro tiempo, anticuados…claro, en otros tiempos los humanos consideraban que a la felicidad en la vida también le era propia una dosis de dolor, sufrimiento y esfuerzo. Mientras que esta existencia diseñada se va produciendo bipolarmente, no solo respecto a los productos que satisfacen deseos y necedades más inmediatas, sed, hambre, sueño, salud, sino respecto a los sujetos….reduciéndolos a simple cifra, medio, porcentaje, ganancia. Subvertir dicho efecto es posible, considerando que la relación con el tiempo y el espacio, donde se despliegan las redes con los otros, van teniendo sus lógicas, sus tiempos, esfuerzos….”hay tiempo para todo”…pero las problemáticas se suscitan cuando cada cual desea vivir sin restricciones, ni límite alguno, entonces no hay bordes; lo border line, limítrofe, bipolar, puede leerse socialmente como un intento desesperado por tener un “freno”, un “limite”, un borde, que organice, conforte y estructure, cuando eso falta, a menudo el cuerpo es la frontera que “hace oír su límite”, mediante sus contingencias: estrés, enfermedad, accidente, muerte…


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De la tristeza y melancolía



Camilo Ramírez Garza

“El psicoanálisis no busca adaptar al sujeto a la realidad, sino más bien,

plantear en primer momento, cómo surge eso llamado realidad”

Slavoj Zizek

A lo largo y ancho de la historia se han descrito diversas experiencias en donde se aprecia la pérdida, gradual o súbita, del interés por las personas, los objetos y/o las actividades cotidianas. No solo no se tienen ganas de algo, sino, puede ser, que ni siquiera se tengan ganas de tener ganas, o no tener ganas de nada, pero al menos querer tener ganas. Se les ha llamado con diversos nombres: “Melancolía”, “Depresión”, “Tristeza en grado extremo”, hasta los modernos inventos biopolíticos de la psiquiatría: “Trastornos del afecto”, “Trastorno depresivo”, “Alexitimia”. Incluso surge un grupo, como los Emos, similar al otrora conformado por “Rebeldes sin causa”, ahora “¿Depresivos sin causa?”

Independientemente de los nombres, o los objetivos por los que se le trate (Intereses económicos de la industria farmacéutica, “enfermedad” mental que choca con los intereses de la producción y el consumo, desbalances neuroquímicos, afecciones del alma, la mente, etc.) algo que insiste interpelando-nos, más allá de los síntomas conductuales con los que se le suele identificar (¿Come mucho/poco?, ¿Duerme mucho/poco?, ¿Ha dejado de hacer cosas que antes le proporcionaban placer?...evaluando los ámbitos de alimentación, sueño, vida sexual, trabajo y actividades sociales; su presencia en el tiempo: días, meses, etc. ) es la expresión singular –¡El sentido!- que dicho padecer presenta para quien lo sufre, planteando no solo un cambio (¿aumento, disminución?) en la “energía”, las ganas, la emoción (del lat. Ex – motion: lo que mueve de afuera) sino un intento por dimensionar algo que se siente se ha perdido (¿Qué se pierde cuando se pierde algo/alguien
?) No es gratuito que Freud tomara como uno de los referentes para su metapsicología, la visión energética, también conocida como “Lo económico”, lo libidinal, planteando que es susceptible de aumento y disminución, sujeta a cambios. Incluso más allá de los membretes que cualquier “psi” le puedan dar, la tristeza y la depresión, de entrada, muestran que no es posible sostener todo el tiempo el “interés”, “deseo”, “gusto”… que tienden -como bien lo sabe el mercado y la física- a la entropía; no solo en la tristeza, sino en la sensación de nada, poco explorada. Hay quien solo siente nada. En esa línea, tendríamos que decir que no existe “La” depresión, como entidad única, sino, tristezas, depresiones en plural, junto a la sensación irrepresentable de la nada: ¿A qué mueve una tristeza? ¿Cómo se vive?

En “Duelo y Melancolía” Freud distingue la reacción ante una perdida, el duelo, de la melancolía, como aquellas experiencias en donde no solo se perdió algo, sino no se sabe qué y cómo, ¡Cuánto! se perdió de sí. Mientras que el mercado bien sabe cuánto pierde por empleados depresivos que no trabajan (enfermedad, estrés, ausentismo, retrasos, etc.) así como cuánto puede ganar con la farmacologización de los afectos (depresión, ansiedad, bipolaridad, etc.) en la melancolía, irrumpe una dificultad por ubicar que se ha perdido y qué se puede hacer para “tener” de nuevo algo de eso que no se sabe ni siquiera a ciencia cierta que fue… ¿No es acaso la misma lógica de las llamadas adicciones: callar la lengua para que aparezca el goce tangible de lo real del cuerpo? ¿Preferir las pastillas a las palabras? De ahí que en los cuadros de “Melancolía” aparezcan instrumentos de medición, pues se trata de dimensionar qué se ha perdido, no solo del otro, sino de sí: ¿Cómo toca una perdida a cada cual? ¿Qué se pierde cuando se pierde? ¿Qué ilusiones rasgan las pérdidas? Como en una relación amorosa, no solo se extraña al otro, sino algo de sí que se tenía y se pierde cuando se siente que el otro se fue: “He perdido algo de mí mismo/a cuando te perdí” –exclamó alguien en alguna ocasión.

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[1] Artículo publicado en el periódico El Porvenir (8/12/10) sección cultural, p. 3