"Between joke and joke... the truth is shown"

psychoanalysis, culture, art and technology

Monday, December 04, 2006


Pasión por el Alcohol: la realidad diluida en la nada
Camilo Ernesto Ramírez Garza

"- ¿Qué hace aqui?
- Bebo
- ¿Por que bebes?
- Para olvidar
-¿Para olvidar que cosa?
- Para olvidar que tengo culpa
- ¿Culpa de qué?
-¡ Culpa por beber!"
El principito,
Antoine de Saint-Exupéry

El alcohol, dragón de mil cabezas devanando realidades; ser mítico que como reptil se va trepando por las entrañas; inundando el cuerpo, los sueños y el cuerpo. Si el alcohol se destila para beberse, nos atrapa para igualmente destilar –gota a gota- nuestras realidades, nuestras vidas; desvelar y desencantar los sueños; destruir el alma. En una atmósfera de ensueño etílico; de ilusión idiota de superioridad, de inmortalidad vacía y nauseabunda. Construir castillos inexistentes en el fondo de las botellas es su promesa eterna. El tiempo hecho copas de vino y cerveza, es el tiempo del desgaste y la degradación, de lo grotesco en grado supremo; sobajamiento de la naturaleza, expresión del sin sentido hecho reflujo ardiente al día siguiente. Llamarada humeante y efervescente de un volcán que se destruye a sí mismo. Donde solo es cuestión de tiempo. El sueño etílico es inaudito, el más grande y temido de los demonios; cara de muerte, espejo que devuelve la verdadera imagen de uno mismo, en donde aterrados huimos al consuelo de la siguiente ronda, de la siguiente copa, de la siguiente peda. En una serie absurda que se consume a si misma; su pasión es su desencanto. El desencanto de lo que uno es. ¿Y qué se busca en el alcohol? ¿Qué nos otorga? Relajante, depresor del sistema nervioso, nos dice la fisiología. Se experimenta relajación y prosperidad ilusorias, tan reales para el cuerpo embebido en sí-mismo; pero absorto de la vida, del paso del tiempo; de un olvido condenado a repetirse; el eterno retorno de lo irreal de la pasión etílica; de la realidad diluida a la nada; al desprecio, la mierda y el desecho. Vivir sin vivir; ser sin ser. Descansar de la angustiante presión de tener que ser, todo el tiempo mientras la belleza de la vida se va por la coladera; se reduce a cenizas, a mierda de mierda; desecho de desecho; sangre que gota a gota se roba la ilusión de vivir, de reír y ser con los otros. Por ello la bebía es la angustiante costumbre de evitar ser uno mismo, la jugarreta cobarde de deslizarse por la alegría hecha alcohol. En donde la felicidad cuesta lo que cuesta una botella. Es estar esclavos de la “alegría” hecha compra. Los slogans de vino y cerveza deberían de ser más honestos y decir: “Pretendemos venderte la felicidad a precio de un six o una botella de vino; el prestigio, el momento alegre, porque en realidad no sabemos como ofrecerte otra cosa mejor, y de hecho no queremos ofrecerte otra cosa mejor, porque esas cosas mejores no están a la venta; esas se consiguen en la relación intima con la vida y la muerte; con el amor y la alegría, que al mismo tiempo son las cosas más sencillas y sublimes” por eso te decimos ¡Date un lujito! Así, pequeñito y fugas, sin sentido e idiotizante, en el que te sientas superman o superchica, “Bébete la vida que no tienes; que no puedes conseguir; deja pasar el tiempo en segundos hecho copas sincronizadas” ¡Ay alcohol! Mansión embrujada, boca de quimeras que engatusa a tus apasionados cobardes de la vida, del trabajo y del amor. Reminiscencia eterna de un pasado afligido, de sueños perdidos y corazones partidos; que otrora nos diera a dormir el sueño de los justos e inocentes infantes al mamar del pecho materno, cobijándonos en la tranquilidad y hermosa y sencilla alegría de un sueño cuidado, de amores derramados; ahora nos envuelve de vértigo en danzas grotescas y macabras como en los primeros pasos flanqueantes y temerosos, ahora nos sumerge en el abismo de la nada; degradando las memorias e ilusiones; rompiendo la continuidad del ser y del tiempo. Si nos enseñan a temer y a huir de la muerte a voluntad, al suicidio más intempestivo y abrupto, que cortase de una sola vez el discurrir del tiempo personal, introduciéndonos tal vez en otro espacio –no lo sabemos- La muerte lenta y silenciosa pacientemente destilada en cada copa de vino, de cerveza; esa se promueve, se vende, se promulga; es buscada por muchos como tónico contra el aburrimiento, la desgracia, la soledad, el sin-sentido del absurdo mundo en donde el mareo etílico es muestra del vértigo de vivir sin soñar, del vacío llenado con las dosis de las ruinas del auto-desprecio que deja a su paso el alcohol. Después de la tempestad aparece la angustia del vacío de los sueños perdidos, olvidados, diluidos… añoranzas destiladas, ahora punzantes e imparables gritos en las sienes que nadie escucha y de las cuales no se puede huir. Pulsos mecánicos desprovistos de sentido, de ritmo alguno. Entonces la “alegría” se vuelve desecho. La fiesta, cruda descomunal. La ley de gravedad multiplicada por millones de millones azotando la cabeza, bombardeando rodillas, el cuello y manos. ¿Ese es el lujo, morir lentamente? De perderse en la botella, y encontrarse en el reflejo nauseoso del inodoro; “Vomito, entonces existo” Navegar por los mil mares de vinos y cervezas, colonizando castillos de humo, reinos sin gente en los que se está terriblemente solo. Se habla de consumo responsable, de “nada con exceso y todo con medida”; de no combinar el volante con los tragos, como medidas preventivas, legales, éticas; a sabiendas del encanto estúpido de la lucha humana por no dejarse caer, el goce del vértigo hecho acto que encanta y seduce; ser pura energía, fluido… La lucha por no morir, y no desaparecer. La pugna eterna de la pulsión de vida y la pulsión de muerte. La muerte, la perdida, la degradación, están inscritas en la subjetividad humana en una relación que incluso les confiere grados de placer y de erotismo; un placer intenso en donde el cuerpo se somete a los efectos del alcohol, experimentando otra vida, la vida del sin-sentido; del vacío. En donde queda expuesto el carácter fragmentado y diluido de ser, de existir; de los frágiles hilos que sostienen el mundo. Lo cual aterra al tiempo que encanta y entristece; saber cosas que pocos saben, ver tras el telón del teatro, pretender descifrar mil enigmas; desvelarse en compañía de la nada, del absurdo y solitario espacio sofocante que se experimenta más ligero desde el primer trago; pero que a la postre retorna a golpes de resequedad quebradiza que desgarra la garganta y vacía los mares propios; que enturbian los sentidos, y destruyen lo más hermoso de la existencia. El alcohol, ese ángel-demonio que roba los años y el dinero, a promesas del sueño de la felicidad al destapar la bebida; compañía desgraciada en las noches desveladas y desabridas; que hace ilusoriamente más tolerable el peso de la existencia, también asesino maldito y deseado. ¿Pero que acaso no es el hombre un animal desencantado de la tranquilidad? ¿Gustoso de las paradojas y las complicaciones neuróticas? Anclado al abismo de la nada, debatiendo entre la vida y muerte; el vivir y el sobrevivir.

camilormz@gmail.com

1 comment:

LEON PLATA said...

¡Brindo por este escrito! Lo leeré nuevamente apurando un buen ron blanco...