el cuerpo sobrecargado
Camilo Ernesto Ramírez Garza
Estrés, según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, significa, Alteración física o psíquica de un individuo, por someter a su organismo a un exceso de trabajo, de tensión nerviosa, o de cualquier tipo. Por lo tanto, el estrés es un efecto de una fuerza o presión, que causa sobre-carga, esfuerzo, trabajo o fatiga. Fuerza que recibe el nombre de estresor.
Desde su origen en lengua inglesa, a la palabra stress se le empleaba para designar la resistencia de los materiales, para medir la carga o fuerza que éstos pudieran soportar. Por lo que, en su origen, estrés, es un concepto –así como el de calidad- del campo de la física, en particular de ciertos procesos en ingeniería: la resistencia de los materiales a la condiciones a las que se les expone: presión que se les ejerce, temperatura, etc. A fin de medir la nobleza de los materiales: durabilidad, resistencia, maleabilidad, etc.
En ese sentido, estrés también es cuando a una repisa de un librero le colocamos libros de más, sobre-cargándola más allá de su capacidad, del peso que puede soportar, entonces diríamos que es una repisa estresada, o igualmente cuando inflamos un globo más allá de sus posibilidades plásticas de expansión, hasta que se reviente, por el efecto del estresor –aire- que va expandiendo las paredes del hule, hasta su punto máximo en que se revienta; o cuando la piel se expande y quedan grietas (estrías), al igual que la tierra o los materiales al expenderse y contraerse por efecto de la temperatura, la humedad, el calor y la presión a la que son sometidos.
Actualmente se habla de estrés de sobremanera, lo cual ha producido un lugar común, igual como se emplean los “diagnósticos": “eso que le pasa es psicológico, está en la cabeza” (y si está en la cabeza por qué lo siento en el pie, en el stómago, etc.) O unos más elaborados como “eso que tiene es psico-somático” o simplemente, “se trata de puro estrés” “Necesita usted descansar” Se le utiliza tanto en situaciones médicas como en la vida cotidiana, se le nombra para hacer referencia a una serie de cosas y situaciones que implican (tocan) y afectan directa o indirectamente al cuerpo: el estrés postraumático; ¿qué hacer en relación a una tensión en el cuerpo después de haber pasado por una situación de schok? lo cual relaciona la tensión del cuerpo con la memoria; las numerosas y muy variadas -algias, dolor en la alta y baja espalda, dolor en la cabeza, articulaciones, etc.
Al estrés se le clasifica como euestrés (o estrés bueno) que es una tensión necesaria que aumenta el rendimiento para realizar todas las actividades diarias, sin el cual el esfuerzo y la energía para luchar las batallas de la vida, no sería posible, y el diestrés (o estrés malo, que impide al sujeto realizar todas sus actividades diarias, desgastándolo. El prefijo griego Eu- (bueno, bien) es como el de la eugenesia: la aplicación de las leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana. Y el dys- (malo, mal) un estrés que fastidia y desgasta. En ejemplo sería cuando el estrés impide el desarrollo personal y laboral, desapareciendo la creatividad y principalmente el disfrute de la vida. O cuando el cuerpo de los deportistas “queman sus músculos” por exceso de ejercicio. Lo mismo se utiliza para nombrar en E.U.A. al fenómeno de estrés laboral, al burnout (estar quemados por trabajar tanto o de desgaste laboral) que padecen algunos “workaholic” (adictos al trabajo)
La sintomatología característica del llamado estrés está en relación directa al dolor y tensión en ciertas partes del cuerpo, dolor muscular, con sus respectivas variantes de intensidad y localización: cabeza, ojos, cuello, espalda alta y baja, brazos y manos. Además se pueden presentar en algunos momentos sensaciones de angustia y ansiedad. Angustia, proviene de angosto, de un lugar estrecho que hace sentirse sofocado, relacionado a una sensación de asfixia, de dificultades para respirar, de necesitar espacio y aire. Entre sus efectos se cuentan: migraña, irritabilidad, fastidio, desgano, trastornos del sueño, disfunción eréctil, gastritis, colitis, reflujo, estreñimiento, etc.
Las respuestas que se ofrecen como tratamiento ante el estrés (para des-estresarse) provienen de dos campos que en algún punto convergen: el campo médico y el campo comercial. En el primero se le sugiere a la persona reducir su carga de trabajo, de labores diarias, encontrar la manera de des-estresarse, que eso es psicológico o que está en la cabeza. Lo cual es en ocasiones paradójico e imposible, pues son tantas necesidades y obligaciones que se realizan, que reducir el ritmo de trabajo equivale a “no alcanzar” económica y laboralmente, ser desplazado en el trabajo, despedido. En ciertas ocasiones se prescriben algunos medicamentos, como los psicofármacos: tranquilizantes, antidepresivos, ansiolíticos, medicamentos para poder dormir, etc. Así como analgésicos e incluso antiinflamatorios, que traten el dolor y la inflamación del cuerpo. Sin embargo, las recomendaciones generalmente se enfocan a que la persona pueda “manejar el estrés” en su vida, convencerle que eso es psicológico, que está en la cabeza (¿Y si está en la cabeza por qué se siente en la espalda o el pecho?) relajarse de alguna manera, como haciendo ejercicio, salir a caminar, dar un paseo, procurar dormir siesta y dormirse temprano, a la misma hora, tener una buena alimentación, balanceada, escuchar música clásica en casa o en el automóvil, etc. Lo cual, es igualmente imposible, pues las ocupaciones son tantas que, poder hacer todo eso, implica no rendir en las demás actividades laborales, escolares, familiares, de esparcimiento, etc.
Las respuestas que se ofrecen desde el campo comercial y de consumo, van en dos líneas: ofrecer un “producto” que sea capaz de des-estresar a la persona, ofreciendo la reducción o desaparición de la fuerza y el impacto del estresor. No son productos directamente relacionados con un aspecto médico y de salud. Sino productos asociados secundariamente con el placer, el disfrute, el estatus, el goce, la comodidad, la tranquilidad, la felicidad, la libertad, etc. Que son los que sustentan todas las campañas de mercado (“Si compras…entonces tendrás….”): prometiendo al consumidor “algo más” además del producto en sí. Aquí entran una variedad de mercados: alimentos energizantes (bebidas, comida) automotriz; ropa y calzado; turístico, vivienda; electrodomésticos, salud, spas, estéticas, clínicas, etc. Ofreciendo cada uno de ellos la promesa de des-estresarse a través de la compra y posesión y consumo de x producto: ser-tener equilibrio. En ese sentido la estrategia para des-estersarse (ser feliz, importante, libre, bello(a), etc.) consiste en comprar algo que relaje o haga catarsis (del gr. Katharsis: purga o purificación) desembolsando dinero. El otro grupo de estrategias consiste en dar al consumidor un producto que le permita hacer frente a los efectos del estrés, a la sobrecarga que padece: son los productos estimulantes o energistantes (barras, bebidas energéticas que dan alas) Ambos –el producto des-estresor y el que intenta descartar el efecto del estrés (dolor, sueño, cansancio, etc.) son ampliamente utilizados actualmente. Inclusive, se aprecia el mismo hecho, en el caso del consumo de drogas, prefiriéndose aquellas que estimulan (cocaína, éxtasis, etc.) más que las que relajan o deprimen el sistema nervioso, famosas en la década de los 60s.
Desde su origen en lengua inglesa, a la palabra stress se le empleaba para designar la resistencia de los materiales, para medir la carga o fuerza que éstos pudieran soportar. Por lo que, en su origen, estrés, es un concepto –así como el de calidad- del campo de la física, en particular de ciertos procesos en ingeniería: la resistencia de los materiales a la condiciones a las que se les expone: presión que se les ejerce, temperatura, etc. A fin de medir la nobleza de los materiales: durabilidad, resistencia, maleabilidad, etc.
En ese sentido, estrés también es cuando a una repisa de un librero le colocamos libros de más, sobre-cargándola más allá de su capacidad, del peso que puede soportar, entonces diríamos que es una repisa estresada, o igualmente cuando inflamos un globo más allá de sus posibilidades plásticas de expansión, hasta que se reviente, por el efecto del estresor –aire- que va expandiendo las paredes del hule, hasta su punto máximo en que se revienta; o cuando la piel se expande y quedan grietas (estrías), al igual que la tierra o los materiales al expenderse y contraerse por efecto de la temperatura, la humedad, el calor y la presión a la que son sometidos.
Actualmente se habla de estrés de sobremanera, lo cual ha producido un lugar común, igual como se emplean los “diagnósticos": “eso que le pasa es psicológico, está en la cabeza” (y si está en la cabeza por qué lo siento en el pie, en el stómago, etc.) O unos más elaborados como “eso que tiene es psico-somático” o simplemente, “se trata de puro estrés” “Necesita usted descansar” Se le utiliza tanto en situaciones médicas como en la vida cotidiana, se le nombra para hacer referencia a una serie de cosas y situaciones que implican (tocan) y afectan directa o indirectamente al cuerpo: el estrés postraumático; ¿qué hacer en relación a una tensión en el cuerpo después de haber pasado por una situación de schok? lo cual relaciona la tensión del cuerpo con la memoria; las numerosas y muy variadas -algias, dolor en la alta y baja espalda, dolor en la cabeza, articulaciones, etc.
Al estrés se le clasifica como euestrés (o estrés bueno) que es una tensión necesaria que aumenta el rendimiento para realizar todas las actividades diarias, sin el cual el esfuerzo y la energía para luchar las batallas de la vida, no sería posible, y el diestrés (o estrés malo, que impide al sujeto realizar todas sus actividades diarias, desgastándolo. El prefijo griego Eu- (bueno, bien) es como el de la eugenesia: la aplicación de las leyes biológicas de la herencia al perfeccionamiento de la especie humana. Y el dys- (malo, mal) un estrés que fastidia y desgasta. En ejemplo sería cuando el estrés impide el desarrollo personal y laboral, desapareciendo la creatividad y principalmente el disfrute de la vida. O cuando el cuerpo de los deportistas “queman sus músculos” por exceso de ejercicio. Lo mismo se utiliza para nombrar en E.U.A. al fenómeno de estrés laboral, al burnout (estar quemados por trabajar tanto o de desgaste laboral) que padecen algunos “workaholic” (adictos al trabajo)
La sintomatología característica del llamado estrés está en relación directa al dolor y tensión en ciertas partes del cuerpo, dolor muscular, con sus respectivas variantes de intensidad y localización: cabeza, ojos, cuello, espalda alta y baja, brazos y manos. Además se pueden presentar en algunos momentos sensaciones de angustia y ansiedad. Angustia, proviene de angosto, de un lugar estrecho que hace sentirse sofocado, relacionado a una sensación de asfixia, de dificultades para respirar, de necesitar espacio y aire. Entre sus efectos se cuentan: migraña, irritabilidad, fastidio, desgano, trastornos del sueño, disfunción eréctil, gastritis, colitis, reflujo, estreñimiento, etc.
Las respuestas que se ofrecen como tratamiento ante el estrés (para des-estresarse) provienen de dos campos que en algún punto convergen: el campo médico y el campo comercial. En el primero se le sugiere a la persona reducir su carga de trabajo, de labores diarias, encontrar la manera de des-estresarse, que eso es psicológico o que está en la cabeza. Lo cual es en ocasiones paradójico e imposible, pues son tantas necesidades y obligaciones que se realizan, que reducir el ritmo de trabajo equivale a “no alcanzar” económica y laboralmente, ser desplazado en el trabajo, despedido. En ciertas ocasiones se prescriben algunos medicamentos, como los psicofármacos: tranquilizantes, antidepresivos, ansiolíticos, medicamentos para poder dormir, etc. Así como analgésicos e incluso antiinflamatorios, que traten el dolor y la inflamación del cuerpo. Sin embargo, las recomendaciones generalmente se enfocan a que la persona pueda “manejar el estrés” en su vida, convencerle que eso es psicológico, que está en la cabeza (¿Y si está en la cabeza por qué se siente en la espalda o el pecho?) relajarse de alguna manera, como haciendo ejercicio, salir a caminar, dar un paseo, procurar dormir siesta y dormirse temprano, a la misma hora, tener una buena alimentación, balanceada, escuchar música clásica en casa o en el automóvil, etc. Lo cual, es igualmente imposible, pues las ocupaciones son tantas que, poder hacer todo eso, implica no rendir en las demás actividades laborales, escolares, familiares, de esparcimiento, etc.
Las respuestas que se ofrecen desde el campo comercial y de consumo, van en dos líneas: ofrecer un “producto” que sea capaz de des-estresar a la persona, ofreciendo la reducción o desaparición de la fuerza y el impacto del estresor. No son productos directamente relacionados con un aspecto médico y de salud. Sino productos asociados secundariamente con el placer, el disfrute, el estatus, el goce, la comodidad, la tranquilidad, la felicidad, la libertad, etc. Que son los que sustentan todas las campañas de mercado (“Si compras…entonces tendrás….”): prometiendo al consumidor “algo más” además del producto en sí. Aquí entran una variedad de mercados: alimentos energizantes (bebidas, comida) automotriz; ropa y calzado; turístico, vivienda; electrodomésticos, salud, spas, estéticas, clínicas, etc. Ofreciendo cada uno de ellos la promesa de des-estresarse a través de la compra y posesión y consumo de x producto: ser-tener equilibrio. En ese sentido la estrategia para des-estersarse (ser feliz, importante, libre, bello(a), etc.) consiste en comprar algo que relaje o haga catarsis (del gr. Katharsis: purga o purificación) desembolsando dinero. El otro grupo de estrategias consiste en dar al consumidor un producto que le permita hacer frente a los efectos del estrés, a la sobrecarga que padece: son los productos estimulantes o energistantes (barras, bebidas energéticas que dan alas) Ambos –el producto des-estresor y el que intenta descartar el efecto del estrés (dolor, sueño, cansancio, etc.) son ampliamente utilizados actualmente. Inclusive, se aprecia el mismo hecho, en el caso del consumo de drogas, prefiriéndose aquellas que estimulan (cocaína, éxtasis, etc.) más que las que relajan o deprimen el sistema nervioso, famosas en la década de los 60s.
Por su parte los productos estimulantes consisten en activar el cuerpo, reduciendo al mínimo los efectos del estrés, como pueden ser el dolor, el fastidio y el cansancio: jabones, cremas, café, aparatos de masajes, bebidas energizantes, barras energéticas, medicamentos naturistas, malteadas, te, jugos energizantes, chocolates, pastillas, complementos y suplementos alimenticios; música energizante mientas se maneja o duerme, etc. Ofreciendo un mayor rendimiento de las capacidades afectadas por la sobrecarga (estrés) como la memoria, la atención y concentración, la actividad y deseo sexual, la fuerza etc.
Tales productos –los des-estresores y los estimulantes- hacen cierta tolerancia en el consumo de la persona, por lo que se requieren dosis cada vez más altas: el consumidor debe consumir cada vez más para conseguir el efecto de des-estresarse; comprar más cosas para sentirse libre, fuerte, importante, con estatus, feliz. Por lo que es inevitable el exceso y el abuso; por ejemplo, a mayor cansancio y sueño, mayor consumo de bebidas energéticas, café… Lo cual representa un problema de salud y de estética para el consumidor: gordura, cansancio, flacidez, se manchan los dientes, gastritis, ulceras. Por lo cual, la estrategia para poder consumir los productos en exceso es privándolos de su esencia “mala” que perjudica a quien lo consume en exceso: cafeína, nicotina, calorías, azúcar, grasa, colesterol, alcohol. Dando vida a la gama de productos apariencia, desprovistos de su esencia: lo que les hace ser lo que son. Para entonces anunciar: “¡Mira ahora puedes comerlos en exceso, ya no te harán daño!”
Recapitulando, eso a lo que se le llama estrés, es un efecto que sufre el cuerpo por la sobrecarga de actividades laborales, escolares, recreativas… En ese sentido, podríamos decir que el estrés es una consecuencia normal y esperada, una respuesta del cuerpo, que nos muestra que no somos máquinas, sino que sentimos, y que también lo podemos hacer en grados extremos, como es el dolor. Ante esto, la publicidad médica y de diversos productos, nos ofrecen al menos dos clases de objetos de consumo: medicamentos como psicofármacos (ansiolíticos, antidepresivos) analgésicos y antiinflamatorios, que controlen el dolor y la hinchazón del cuerpo. Sin importar la pregunta del ¿De qué situaciones es consecuencia el dolor? ¿Cuáles son las situaciones que están produciendo y sosteniendo tales síntomas y sufrimientos? Por su parte la publicidad coloca un sin fin de productos, aquellos que se asocian a un valor, bajo la lógica de “Si compras esto, entonces tendrás-serás: feliz, tendrá estatus, poder, placer, libertad, belleza, amor, seguridad, salud, etc. Por ello la mejor publicidad para que alguien compre un producto, será la del miedo y la zozobra permanentes, de ser feo, pobre, looser, atacado, dañado, estresado…
Pero finalmente, ¿Cómo es que el estrés se produce en nuestra sociedad, padeciéndolo desde niños, jóvenes, adultos, y ancianos? ¿Acaso solo disponemos de paliativos que nos reduzcan el cansancio, la tranquilidad momentánea y fugaz? Una clave sobre el ¿por qué del estrés? se encuentra en la reducción de los tiempos y espacios que nos ha otorgado la era virtual; la sobre carga de labores en menor tiempo. En donde es posible realizar cada vez un número mayor de tareas en breve tiempo. La Internet –así como la televisión- no cierra, es un espacio siempre presente y accesible, el cual ofrece sus productos. Lo cual nos arroga de lleno a la globalización, en donde lo local y regional están implicados en lo mundial, lo noción de apartad se ha transformado por la de la inmediatez de la información y las comunicaciones, las imágenes que se ofrecen en solo breves segundos –cuando no en “Vivo y en Directo”- la visión-participación en los acontecimientos más apartados: los desastres, las guerras, las luchas por el poder económico y político. Por otro lado, el estrés nos hace asistir a un efecto de la consideración del cuerpo desde el solo Bios. Consideración que tiene más cuatro siglos: la consideración del cuerpo como si este fuera una maquina, con procesos claramente identificados. Tal delimitación, realizada en el s. XVII por el filósofo francés René Descartes, consideraba lo humano como una entidad compuesta de dos elementos mecánicos: cuerpo y mente, y otro espiritual, pero del cual no se ocuparía. Separando así dos funciones y campos: el campo de la teología y filosofía escolástica medieval, supeditada al control de la iglesia, y la de la ciencia, que busca entender los procesos mecánicos del cuerpo, como es entendido ye estudiado el cuerpo en la actualidad por las ramas médicas: fisiología, anatomía, cardiología, neurología, endocrinología… Por ello ante los efectos del estrés como el dolor de espalda y cabeza, la medicina no interroga sobre el sentido, digamos simbólico (¿El por qué le pasa a esa persona en particular lo que le pasa? ¿Qué sentido tendrá en su vida? ¿Ese dolor que está expresando? ¿Cuál es su mensaje?) Sino solo sobre sus elementos mecánicos, el como poder erradicar la molestia, el dolor, el sufrimiento, sin por ello entender su sentido y significado.
Ahí es donde el psicoanálisis, ocupado de la subjetividad, permite descubrir esos sentidos y efectos particulares de lo que se padece, y no solamente el cómo me quito esto que me molesta. Lo que queda claro y a la vista, en “las narices” –y por lo tanto no se ve- en el caso del estrés, es que el problema del tratamiento del estrés no consiste en cuál es el mejor medicamento que se debe tomar, qué debo comer, qué untarse, qué ingerir, qué comprar, qué hacer para des-estresarse, sino dejar de hacer, hacer nada.
Retomando el ejemplo del inicio ¿Cómo des-estresaríamos la repisa del librero?... ¿Añadiéndole más libros, aunque fuerane estos ligeros? ¿Clavarle unos peldaños en cruz para reforzarla? ¿Liberarla del excesivo peso? El problema es que no se puede “no hacer nada”, que es justamente la mejor forma de “hacerle caso a lo que el estrés me estás señalando” ¡Que debo descansar! ¡Que debo de bajarle a la presión! ¡Que el cuerpo –aunque convive todo el tiempo con máquinas que potencian sus limitaciones, éste no es una maquina! Lo cual es contrario a los valores actuales de esfuerzo, producción y progreso económico sustentables y de calidad, que intentan acabar con los “tiempos muertos” por considerarse improductivos, contrarios a la economía, tachados de holgazanería y mediocridad, de tercer mundo. De ahí que hasta los más grandes placeres de la vida tengan que tener una justificación terapéutica: baioloterapia, musicoterapia, aromaterapia, o la justificación pro-salud para tener sexo, mediante la quema de calorías, la producción den endorfinas que estimulan directamente el sistema nervioso y dan la sensación de alegría y placer.
Es en este contexto actual en donde convergen dos realidades: por un lado el mandato (autoritario) implícito, que moviliza el consumo, ¡Tienes que gozar! el cual plantea que el dolor y el sufrimiento no lo tienen por qué vivir nadie; que es tan fácil tener salud, felicidad, amor, valor, estatus, belleza… con solo comprarla. Y ello estresa pues hay cosas que no alcanzan. Es una sobrecarga económica de deudas. Sin esa ilusión muchas cosas que compramos diariamente, en primer lugar no se producirían ni mucho menos atraparía nuestra atención. Lo cual muestra que el solo plano de la necesidad ha a sido desplazado por el deseo y el placer. En donde el estrés es la respuesta del cuerpo -un reciduo- una consecuencia de la sobrecarga del mismo, manifestando el mensaje de no ser considerado solo el mecanismo de una máquina.
camilormz@gmail.com
Recapitulando, eso a lo que se le llama estrés, es un efecto que sufre el cuerpo por la sobrecarga de actividades laborales, escolares, recreativas… En ese sentido, podríamos decir que el estrés es una consecuencia normal y esperada, una respuesta del cuerpo, que nos muestra que no somos máquinas, sino que sentimos, y que también lo podemos hacer en grados extremos, como es el dolor. Ante esto, la publicidad médica y de diversos productos, nos ofrecen al menos dos clases de objetos de consumo: medicamentos como psicofármacos (ansiolíticos, antidepresivos) analgésicos y antiinflamatorios, que controlen el dolor y la hinchazón del cuerpo. Sin importar la pregunta del ¿De qué situaciones es consecuencia el dolor? ¿Cuáles son las situaciones que están produciendo y sosteniendo tales síntomas y sufrimientos? Por su parte la publicidad coloca un sin fin de productos, aquellos que se asocian a un valor, bajo la lógica de “Si compras esto, entonces tendrás-serás: feliz, tendrá estatus, poder, placer, libertad, belleza, amor, seguridad, salud, etc. Por ello la mejor publicidad para que alguien compre un producto, será la del miedo y la zozobra permanentes, de ser feo, pobre, looser, atacado, dañado, estresado…
Pero finalmente, ¿Cómo es que el estrés se produce en nuestra sociedad, padeciéndolo desde niños, jóvenes, adultos, y ancianos? ¿Acaso solo disponemos de paliativos que nos reduzcan el cansancio, la tranquilidad momentánea y fugaz? Una clave sobre el ¿por qué del estrés? se encuentra en la reducción de los tiempos y espacios que nos ha otorgado la era virtual; la sobre carga de labores en menor tiempo. En donde es posible realizar cada vez un número mayor de tareas en breve tiempo. La Internet –así como la televisión- no cierra, es un espacio siempre presente y accesible, el cual ofrece sus productos. Lo cual nos arroga de lleno a la globalización, en donde lo local y regional están implicados en lo mundial, lo noción de apartad se ha transformado por la de la inmediatez de la información y las comunicaciones, las imágenes que se ofrecen en solo breves segundos –cuando no en “Vivo y en Directo”- la visión-participación en los acontecimientos más apartados: los desastres, las guerras, las luchas por el poder económico y político. Por otro lado, el estrés nos hace asistir a un efecto de la consideración del cuerpo desde el solo Bios. Consideración que tiene más cuatro siglos: la consideración del cuerpo como si este fuera una maquina, con procesos claramente identificados. Tal delimitación, realizada en el s. XVII por el filósofo francés René Descartes, consideraba lo humano como una entidad compuesta de dos elementos mecánicos: cuerpo y mente, y otro espiritual, pero del cual no se ocuparía. Separando así dos funciones y campos: el campo de la teología y filosofía escolástica medieval, supeditada al control de la iglesia, y la de la ciencia, que busca entender los procesos mecánicos del cuerpo, como es entendido ye estudiado el cuerpo en la actualidad por las ramas médicas: fisiología, anatomía, cardiología, neurología, endocrinología… Por ello ante los efectos del estrés como el dolor de espalda y cabeza, la medicina no interroga sobre el sentido, digamos simbólico (¿El por qué le pasa a esa persona en particular lo que le pasa? ¿Qué sentido tendrá en su vida? ¿Ese dolor que está expresando? ¿Cuál es su mensaje?) Sino solo sobre sus elementos mecánicos, el como poder erradicar la molestia, el dolor, el sufrimiento, sin por ello entender su sentido y significado.
Ahí es donde el psicoanálisis, ocupado de la subjetividad, permite descubrir esos sentidos y efectos particulares de lo que se padece, y no solamente el cómo me quito esto que me molesta. Lo que queda claro y a la vista, en “las narices” –y por lo tanto no se ve- en el caso del estrés, es que el problema del tratamiento del estrés no consiste en cuál es el mejor medicamento que se debe tomar, qué debo comer, qué untarse, qué ingerir, qué comprar, qué hacer para des-estresarse, sino dejar de hacer, hacer nada.
Retomando el ejemplo del inicio ¿Cómo des-estresaríamos la repisa del librero?... ¿Añadiéndole más libros, aunque fuerane estos ligeros? ¿Clavarle unos peldaños en cruz para reforzarla? ¿Liberarla del excesivo peso? El problema es que no se puede “no hacer nada”, que es justamente la mejor forma de “hacerle caso a lo que el estrés me estás señalando” ¡Que debo descansar! ¡Que debo de bajarle a la presión! ¡Que el cuerpo –aunque convive todo el tiempo con máquinas que potencian sus limitaciones, éste no es una maquina! Lo cual es contrario a los valores actuales de esfuerzo, producción y progreso económico sustentables y de calidad, que intentan acabar con los “tiempos muertos” por considerarse improductivos, contrarios a la economía, tachados de holgazanería y mediocridad, de tercer mundo. De ahí que hasta los más grandes placeres de la vida tengan que tener una justificación terapéutica: baioloterapia, musicoterapia, aromaterapia, o la justificación pro-salud para tener sexo, mediante la quema de calorías, la producción den endorfinas que estimulan directamente el sistema nervioso y dan la sensación de alegría y placer.
Es en este contexto actual en donde convergen dos realidades: por un lado el mandato (autoritario) implícito, que moviliza el consumo, ¡Tienes que gozar! el cual plantea que el dolor y el sufrimiento no lo tienen por qué vivir nadie; que es tan fácil tener salud, felicidad, amor, valor, estatus, belleza… con solo comprarla. Y ello estresa pues hay cosas que no alcanzan. Es una sobrecarga económica de deudas. Sin esa ilusión muchas cosas que compramos diariamente, en primer lugar no se producirían ni mucho menos atraparía nuestra atención. Lo cual muestra que el solo plano de la necesidad ha a sido desplazado por el deseo y el placer. En donde el estrés es la respuesta del cuerpo -un reciduo- una consecuencia de la sobrecarga del mismo, manifestando el mensaje de no ser considerado solo el mecanismo de una máquina.
camilormz@gmail.com
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