"Between joke and joke... the truth is shown"

psychoanalysis, culture, art and technology

Wednesday, January 06, 2010

¡Hola, enfermera!




por
Camilo

Recuerdo con cariño y agradecimiento a la primera enfermera que conocí "Lola la cubana" –le decíamos. Dudo que fuera enfermera de profesión, quizás empírica, quizás en otro tiempo, celadora en alguna correccional.

En fin era ella quien me inyectaba de niño, cuando me enfermaba -¿Quizás ahí surgió todo?- solía pasar a la casa después de sus partidos de voleibol, todavía con el uniforme puesto, la señora morenaza era alta y fortachona, supongo que era la que daba el saque, la imagino loqueando cualquier ataque del contrincante, sin afectar en nada su manicure, llevaba uñas largas y bien pintadas, de colores que antes solo eran visibles a través de los efectos del LSD.

Como perro doméstico que menea la cola y se pone a saltar minutos antes de que el auto de sus amos aparezcan, así me ponía, pero la diferencia era que no en lugar de menear una extensión de mi cuerpo, aparecía la angustia y el corazón se quería salir. Se bajaba del carro, tocaba la puerta, no había lugar a donde ir, pues el verdugo había urdido un plan con mis propios padres, o al menos con quienes decían serlo, puesto que en ese momento todo era puesto en duda.

Su voz llenaba el espacio, lo hacía espeso, lento, mis piernas como de atole como en los sueños, no podían andar más de prisa. Saludaba a mis padres y hermanos, mientras reía y reía, todos reían, ¿De qué se ríen jijos de la…?, se lavaba las manos aquella estatua viviente de casi cinco metros, no sé si todavía tenga esa estatura, pero de niño les juro que esa era la estatura que alcanzaba aquel tierno pero amenazador monstruo.

Finalmente me alcanzaba, me saludaba, me estiraba los cachetes y despeinaba…o uno de esos tantos “carños” que hacen los adultos, ¿qué hacemos?, a los escuincles. Entrábamos a mi cuarto, que en ese momento se convertía en sala de tortura -Saw y hostal se quedan cortos- y entre risas me decía "a ver mi niño que sácate el culo" Y con la aguja en una mano y en la otra el algodón cargado de alcohol me restregaba una nalga como si intentara borrar un chingado grafiti con la leyenda de “Puto el que lo lea” quizás tuve, en pequeña escala, una probadita de la dictadura cubana, pensaba ya en mi adolescencia. He de decir que la inyección nunca me dolió, dolía más el miedo, pero la nalgada que al final me daba como diciendo, ¡ya quedó! Que parecía convertir, al menos temporalmente, mi tierna y delicada nalga de escuincle de cuatro o cinco años, en balón de voleibol, arremetiendo en un intenso saque…¡Todo fuera por no andar mocoso y con infecciones!

¡¡Muy feliz día de las enfermeras!!!

6 de enero 2009

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