por
Camilo Ramírez Garza
“…lo que fue rechazado del orden simbólico
reaparece en lo real”
Jacques Lacan
Cada país y sociedad (persona, familia) generan tanto los ciudadanos, como los problemas que se merecen. Esto en el doble sentido de ir gestando día a día -sabiéndolo o no- aquello que llega a manifestarse con todas sus consecuencias, -¡Cuando la realidad nos pasa la factura!- como en el sentido psicoanalítico del retorno de lo reprimido: cuando regresa por la vía del síntoma, del sueño, del lapsus… aquello que en algún momento fue rechazado, no reconocido como propio, y ahora, toca a la puerta exigiendo ser integrado mediante el desciframiento de su mensaje, pues algo está pasando, por lo que seguir creyendo que las crisis “vienen de afuera” sería no responsabilizarse (responder) por lo que uno ha hecho. “Donde ello era yo debo devenir” –decía Freud. En el sentido incluso ético de reconocer el propio deseo en algo que quizás en algún momento se “hizo sin querer queriendo”.
Las crisis y los problemas -como todo síntoma- son muestra, valga la redundancia, de algo que sucede y hay que atender. ¿Qué es lo que dicha problemática me intenta decir, comunicar sobre mí, mi realidad, mi familia, mi contexto, etc.? –cuestionamiento que debería siempre acompañar la reflexión sobre lo que uno vive y padece, a fin de generar un saber a partir de las experiencias de la vida.
Así como una persona no padece los problemas que padece solo porque sí, sino como efecto de eso que se ha ido agenciando(se) día a día. También su solución implicaría reconocer qué es lo que sus problemas intentan comunicar. Encrucijada donde Freud ubicó la experiencia del Inconsciente: eso que sucede a los humanos y que está más allá de su comprensión (¿Por qué me sucede (sueño) esto? ¿Qué hago?...) un sujeto dentro del sujeto (“El sujeto sabe, pero no sabe que sabe”, Freud) que posee una “escritura particular a la manera de jeroglíficos. En el caso de una sociedad o país esto es más claro: sus malestares, sus síntomas, responden a problemáticas más amplias. Por ejemplo, la delincuencia como efecto no solo de las peripecias del crimen organizado, sino del desempleo, la explotación y el consumismo rapaz, la destrucción del otro, la mala educación, etc. de una sociedad construida a través de semejantes valores, en donde la delincuencia toma la vía de la ilegalidad para conseguir (dinero, poder, etc.) aquello que otros se han agenciado por la misma vía, pero con matices aparentemente de legalidad, cuando no modificando el marco legal, legalizando lo ilegal, para ajustarlo a los propios intereses.
Las crisis y problemas también constituyen verdades cifradas, mensajes que se transmiten en código y buscan que alguien los lea, para –como decíamos- integrarse en la vida (consciente) aprender algo de ellos, pues las crisis, en ese sentido, son también portadoras de los elementos de cambio con los que se les puede solucionar. Así como un sujeto (un país o gobierno) insistiera en no reconocer la propia participación en los problemas que padece, estaría, no solo condenado a repetirlos, “a tropezarse con la misma piedra” imposibilitándose solucionarlos, sino también haciéndolos crecer, desplazándolos para que entonces con más fuerzas retornen “desde afuera”.
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