por
Camilo Ramírez Garza
“Al gobernar, primero gobiérnate a ti mismo”
Tales de Mileto
Gobernar, se refiere, según el diccionario de la real academia de la lengua española, a “Mandar con autoridad o regir algo”, “Guiar o dirigir a un país o a una colectividad”. Tarea
-junto a las de educar y psicoanalizar- a la cual Freud adjudicó un carácter de imposibilidad. Sin embargo, dicho carácter constituye también un reto, por lo que no renunciamos a buscar ciertos elementos que ofrezcan luz para esclarecer tanto sus lógicas, como sus problemáticas, partiendo de lo qué nos plantean hoy estas tres actividades. En esta ocasión en particular, la de gobernar ¿Qué es pues hoy gobernar? Aparecen en el horizonte los partidores políticos, sus personajes, plataformas y quehaceres, tanto los escritos como los secreto a voces; sus aportes, pero también sus escándalos y contubernios, la perpetua pugna entre servir con el poder o servirse del poder.
No es desconocido que en estos tiempos lo político se haya transformad. Ahora las campañas y los programas gubernamentales de todos los niveles se anuncian a través de los medios de comunicación, y claro ¡Estamos en el siglo XXI! Era del ciberespacio– se dirá. Pero como sucede con todo anuncio de productos que busca la mejor estrategia publicitaria para capturar al usuario, potencial consumidor. Transformándose el lugar del en usuario. El efecto, la política -y su intento de gobernar y guiar- atraviesan por las mismas peripecias que un cereal nuevo: cómo colocarse en el mercado. De ahí que la clase política contrate agencias de publicidad, p. e. el ex presidente Fox diseñó su campaña por quien dirige y guía las estrategias de una tienda departamental (“Soy totalmente…”) en vez de guiarse por una reflexión y acción sobre el sentido de su quehacer, ya no digamos sobre la filosofía de su tarea y compromisos presentes, en vez de quedar sujetados a las encuestas de opinión, simples estudios de mercado sobre “su producto”. Reduciendo el gobernar, que busca el bien común, promoviendo un estado elemental de seguridad económica, en salud, vivienda, educación, etc., a una simple función de empresa privada, en donde el país se visualiza a la manera de una empresa, donde las competencias se producen con el aumento de la producción sin importar quien se vea afectado. Dichas lógicas si bien son las que estructuran una empresa, no pueden ser las mismas para regir una nación. De ahí la imposible doble investidura del empresario-servidor público.
Si por otro lado quien gobierna lo hace advirtiendo que su poder no es él, sino el lugar de mando y acción que posee, quizás las cosas cambien, pues el funcionario, servidor público reconoce que el poder no es suyo, no dimana ni del poder de su persona, ni partido, sino del lugar que ocupa en el organigrama, poder que los ciudadanos le han conferido para servirlos. Quien considere y haga lo contrario –servirse del puesto- ha pervertido el sentido de su investidura, quizás no solo por una sed y hambre de poder y dominación, como la de aquel tierno y patético personaje de dibujos animados que deseaba conquistar al mundo, sino por una profunda carencia de gobierno sobre sí mismo, ya no digamos del pueblo. Como dice la sabiduría popular: “El buen juez por su casa empieza” ¿Cómo puede gobernar y servir alguien que no se ha gobernado a sí mismo, sucumbiendo ante el brillo fugaz del poder que dan la investidura, el puesto y el dinero, conformándose con tan poco?
camilormz@gmail.com
http://camiloramirez.jimdo.com
*Articulo publicado originalmente en El Porvenir 7 octubre 2009
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