Tuesday, December 28, 2010
Con amor de madre
Thursday, December 16, 2010
"Lo sensible y los afectos"
por
Camilo Ramírez Garza
“El psicoanálisis, en ese sentido, es conservador, pues
le enseña al sujeto actual que también le está permitido sufrir”
Slavoj Zizek
Ante el insistente comentario –lugar común, panacea etiológica de todos los males- de: “Eso se debe a la pérdida de valores” –entre otros. En esto cada quien “jala agua para su molino”, los políticos pedirán más presupuesto, mientras que algunos maestros, culpan a los padres, o éstos a aquellos, etc. Podemos advertir, por un lado, un predominio de lo sensible, inmediato, fugaz, por encima de los afectos. Mientras que lo sensible está, digamos, gobernado por el encanto de los sentidos (sentir placer, confort, rápido y de manera instantánea, entre más rápido, bueno, bonito y barato, mejor) los afectos –siguiendo una aproximación psicoanalítica- tienen que ver más con una posición ante el (propio) deseo: ante eso, justamente, que no podría dejar de hacerse, pues de cancelarlo, se cancela la vida misma, el chiste del chiste, los sueños, anhelos, etc.
El mercado bien sabe relacionar pavlovianamente cualesquier cosa con sus productos (juventud, belleza, felicidad, alegría, poder) No solo por el maquiavélico mercado, sino por algo fundamental a los humanos: la pérdida de la regulación instintiva hizo necesaria la invención de la cultura que nos diera no solo un contexto, sino la realidad misma; partir de tal hueco en “lo natural” todo puede ser asociado con cualquier cosa. “El cuerpo es un regalo del lenguaje” Lacan. El estado “natural” para los humanos es lo artificial. Cosa que saben los psicoanalistas, artistas, comediantes y publicistas. De ahí que veamos desfilar desodorantes que al contacto con la piel hacen aparecer hermosas mujeres, celulares que nos hacen salir del encierro de no tener a nadie, y al instante, estar conectado y tener miles de amigos, líquidos lava trastes que humectan la piel, para la madre que no quiere lucir manos de sirvienta, etc. Su lógica plantea una satisfacción inmediata de lo sensible a la manera de un superyó postmoderno con su mandato dictatorial: ¡Debes gozar! La apuesta del capital, a la que aparentemente nadie renunciaría, consistiría en substraer el esfuerzo, paciencia y dedicación a la manera en que al café se le quita la cafeína (a la cerveza el alcohol, a la comida las calorías, al sexo sin sexo, a la guerra sin muertes, etc.) su elemento “peligroso”, que otrora requiriera, para así dar la ilusión, que al alcance de un click, se puede tener el mundo en la palma de la mano, y si no se tiene con qué, no importa, se puede a 6,12,24, 34 meses sin intereses, goce ahora, pague después.
“Quiero trabajar aquí, porque creo que no se hace mucho trabajo” –me dijo de sopetón una candidata a asistente en mi oficina, sin mediar diplomacia laboral alguna. Sospecho que no se escuchaba, pues alguien que se escuche un poco podría resonarle lo que está diciendo. La lógica: trabajar menos, ganar más. ¡Claro! ¿Y tu nieve? Los afectos responden a eso que se anhela y no puede ser adquirido inmediatamente, incluso si son objetos para comprar, sino por mediación de esfuerzo, trabajar y amor, honestamente para obtener recursos que permitan gozar de lo ganado legítimamente. Lo sensible por su inmediatez prefiere tomar atajos, saltarse la baranda de lo legal; lo sensible va organizando vidas perversas que se conforman con... ¡no importa cuanto tengan siempre será poco! Obvian –por qué no decirlo así- lo más trascendental, aquello logrado con esfuerzo y no en un breve instante. Aquí algunos lectores, así como un poco quien lo escribe, podríamos pensar que dichos discursos son de otro tiempo, anticuados…claro, en otros tiempos los humanos consideraban que a la felicidad en la vida también le era propia una dosis de dolor, sufrimiento y esfuerzo. Mientras que esta existencia diseñada se va produciendo bipolarmente, no solo respecto a los productos que satisfacen deseos y necedades más inmediatas, sed, hambre, sueño, salud, sino respecto a los sujetos….reduciéndolos a simple cifra, medio, porcentaje, ganancia. Subvertir dicho efecto es posible, considerando que la relación con el tiempo y el espacio, donde se despliegan las redes con los otros, van teniendo sus lógicas, sus tiempos, esfuerzos….”hay tiempo para todo”…pero las problemáticas se suscitan cuando cada cual desea vivir sin restricciones, ni límite alguno, entonces no hay bordes; lo border line, limítrofe, bipolar, puede leerse socialmente como un intento desesperado por tener un “freno”, un “limite”, un borde, que organice, conforte y estructure, cuando eso falta, a menudo el cuerpo es la frontera que “hace oír su límite”, mediante sus contingencias: estrés, enfermedad, accidente, muerte…
Twitter: CamiloRamirez_
De la tristeza y melancolía
Camilo Ramírez Garza
“El psicoanálisis no busca adaptar al sujeto a la realidad, sino más bien,
plantear en primer momento, cómo surge eso llamado realidad”
Slavoj Zizek
A lo largo y ancho de la historia se han descrito diversas experiencias en donde se aprecia la pérdida, gradual o súbita, del interés por las personas, los objetos y/o las actividades cotidianas. No solo no se tienen ganas de algo, sino, puede ser, que ni siquiera se tengan ganas de tener ganas, o no tener ganas de nada, pero al menos querer tener ganas. Se les ha llamado con diversos nombres: “Melancolía”, “Depresión”, “Tristeza en grado extremo”, hasta los modernos inventos biopolíticos de la psiquiatría: “Trastornos del afecto”, “Trastorno depresivo”, “Alexitimia”. Incluso surge un grupo, como los Emos, similar al otrora conformado por “Rebeldes sin causa”, ahora “¿Depresivos sin causa?”
Independientemente de los nombres, o los objetivos por los que se le trate (Intereses económicos de la industria farmacéutica, “enfermedad” mental que choca con los intereses de la producción y el consumo, desbalances neuroquímicos, afecciones del alma, la mente, etc.) algo que insiste interpelando-nos, más allá de los síntomas conductuales con los que se le suele identificar (¿Come mucho/poco?, ¿Duerme mucho/poco?, ¿Ha dejado de hacer cosas que antes le proporcionaban placer?...evaluando los ámbitos de alimentación, sueño, vida sexual, trabajo y actividades sociales; su presencia en el tiempo: días, meses, etc. ) es la expresión singular –¡El sentido!- que dicho padecer presenta para quien lo sufre, planteando no solo un cambio (¿aumento, disminución?) en la “energía”, las ganas, la emoción (del lat. Ex – motion: lo que mueve de afuera) sino un intento por dimensionar algo que se siente se ha perdido (¿Qué se pierde cuando se pierde algo/alguien
?) No es gratuito que Freud tomara como uno de los referentes para su metapsicología, la visión energética, también conocida como “Lo económico”, lo libidinal, planteando que es susceptible de aumento y disminución, sujeta a cambios. Incluso más allá de los membretes que cualquier “psi” le puedan dar, la tristeza y la depresión, de entrada, muestran que no es posible sostener todo el tiempo el “interés”, “deseo”, “gusto”… que tienden -como bien lo sabe el mercado y la física- a la entropía; no solo en la tristeza, sino en la sensación de nada, poco explorada. Hay quien solo siente nada. En esa línea, tendríamos que decir que no existe “La” depresión, como entidad única, sino, tristezas, depresiones en plural, junto a la sensación irrepresentable de la nada: ¿A qué mueve una tristeza? ¿Cómo se vive?
En “Duelo y Melancolía” Freud distingue la reacción ante una perdida, el duelo, de la melancolía, como aquellas experiencias en donde no solo se perdió algo, sino no se sabe qué y cómo, ¡Cuánto! se perdió de sí. Mientras que el mercado bien sabe cuánto pierde por empleados depresivos que no trabajan (enfermedad, estrés, ausentismo, retrasos, etc.) así como cuánto puede ganar con la farmacologización de los afectos (depresión, ansiedad, bipolaridad, etc.) en la melancolía, irrumpe una dificultad por ubicar que se ha perdido y qué se puede hacer para “tener” de nuevo algo de eso que no se sabe ni siquiera a ciencia cierta que fue… ¿No es acaso la misma lógica de las llamadas adicciones: callar la lengua para que aparezca el goce tangible de lo real del cuerpo? ¿Preferir las pastillas a las palabras? De ahí que en los cuadros de “Melancolía” aparezcan instrumentos de medición, pues se trata de dimensionar qué se ha perdido, no solo del otro, sino de sí: ¿Cómo toca una perdida a cada cual? ¿Qué se pierde cuando se pierde? ¿Qué ilusiones rasgan las pérdidas? Como en una relación amorosa, no solo se extraña al otro, sino algo de sí que se tenía y se pierde cuando se siente que el otro se fue: “He perdido algo de mí mismo/a cuando te perdí” –exclamó alguien en alguna ocasión.
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Twitter: CamiloRamirez_
[1] Artículo publicado en el periódico El Porvenir (8/12/10) sección cultural, p. 3