Definitivamente todos moriremos algún día, de eso no cabe duda, sin embargo la muerte siempre se experimenta lejana, distante; sobre todo cuando “hay motivos para vivir” de lo contrario la muerte impregna todo con su halo de “mortificación”. Como síntoma obsesivo pensante, que distrae, cuando no protege de lo verdaderamente traumático: que realmente pase algo, desear, vivir, arriesgar.
¿Qué sucedería si viviéramos conscientes que un día moriremos? No en sentido trágico como el poeta de “La transitoriedad” que describe Sigmund Freud, sino como posibilidad creativa; saber que en los lugares, tiempos y espacios por donde transitamos, otros serán los que ocupen y disfruten –quizás- de lo que ahora nosotros tenemos, de sus efectos. Ello permitiría quizás tener otras prioridades, vivir más lento, más ligero, saborear la vida: “Nada te llevarás cuando te marches/cuando se acerca el día de tu final/vive feliz ahora mientras puedas, tal vez mañana no tengas tiempo para sentirte despertar….” –canta el poeta y cantante Napoleón.
Mientras que el capitalismo, el estado y la empresa nada quieren saber de las muertes singulares, sus condiciones y sufrimientos, así como de la memoria y la historia, pues ellas son portadoras de lo que se hace y ha hecho, se centra en la “calidad de vida” en lugar de sus cualidades, buscando mercantilizarlas, sacarles provecho económico, así como minimizar su importancia por la estadística: “Una muerte es un hecho lamentable, miles, simple estadística” W. Churchill, la muerte sigue ahí interpelándonos de manera singular. No hay nada más humano y más cercano que eso (¿Por quién tocan las campanas?) al pensar o conocer la muerte de alguien, por mas lejano que sea, es imposible no remitirse a la propia; la muerte del otro, mi especular, es en cierta forma la propia. Pues la única posibilidad de imaginar la propia muerte es haciéndola como si fuera de otro.
Por otro lado, la muerte además de vivirla, se celebra, conmemora, convoca: ¡¿Cuánta gente no se reúne precisamente en los funerales de familiares y amigos?! A platicar, llorar, recordar, contar chistes, reír, sufrir juntos, hasta después, bailar, tomar, hacer el amor…justo hacer por reivindicar aquello expresado por Heidegger sobre los humanos: “Vamos viviendo la muerte, a la vez que muriendo la vida”…de ahí el grito de la picardía mexicana, de apología a la vida: ¡A comer y a chupar que el mundo se va a acabar!”.
camilormz@gmail.com
Twitter: CamiloRamirez_
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