"En los primeros días de su matrimonio…surgió en ella un gran pudor sexual que la hacía preocuparse constantemente de que los vecinos pudieran oír alguna palabra o algún ruido a través del tabique, preocupación que acabó transformándose en desconfianza hacia los vecinos"
Sigmund Freud (1896)
“¿Eso que se oye, son cuetes, granadas, un transformador que explotó, o ráfagas de AK-47 o AR-15?” escribí en mi cuenta de Twitter: CamiloRamirez_ bajo el Hastag #chistesbicentenario así como “¡Mamá, mamá! ¿Qué se oye?” Ante evidentes detonaciones de arma de fuego, la madre, queriendo no asustar a su hijo, le dice: “No te apures mijito, es tu padre quien nuevamente comió frijoles con salsa de brócoli” Situaciones que condensan parte de la cotidianidad sonora de los ciudadanos de los estados del norte de México, quienes aterrados buscan abrirse paso para poder lidiar, no solo con el crimen y la inseguridad, sino con sus efectos aplastantes: no poder salir/trabajar/estudiar/divertirse/enamorarse/viajar.. a gusto. Justo ahí entra el humor en general, y el humor negro en particular, para hacer una operación sobre el miedo padecido, pudiendo –al estilo de malabaristas del circo del sol- subvertir el miedo, convirtiéndolo en risas y posibilidades.
En la segunda anécdota la madre contrarresta los efectos del terror, mintiéndole a su hijo al más puro estilo de “La vida es bella” (Italia, 1997) Recordemos brevemente la trama de dicha película: un tierno padre logra ocultarle a su pequeño hijo las atrocidades del holocausto judío a manos de los nazis. Para hacerlo, realiza la operación del chiste: toma ciertos elementos ya presentes en la historia (encierro, barracas, soldados, tanques, muertos) articulando nuevos elementos a partir de ellos, mismos que producen una historia diferente a la primera. El padre hace una intervención amorosa –como la madre del chiste de arriba- puesto que le habla a su hijo, en donde para el hijo se trata de un juego donde todos deben de ganar puntos para ganarse el tanque de los soldados, y para ello deben guardar silencio, trabajar, no molestar a los guardias, aguantarse y no comer. Apareciendo aquello de “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda para contarla” Gabriel García Márquez.
El discurso forma fantasías, referentes no solo para interpretar la realidad, sino para construirla. Otro de los efectos de los medios/miedos en quienes nunca han escuchado una detonación de arma de fuego, pero si las cientos de noticias sobre balaceras y ejecuciones, es cómo el oído queda saturado por un carácter erótico de fatalidad (“¿Cómo diferenciar los sonidos? 1ª y 2ª parte” El Porvenir, 11 y 25 agostohttp://columnacamilo.jimdo.com/ ) “¡es una balacera, vienen por mi!...considerando que es absoluta la persecución y el inminente daño, que hay que proteger la vida y las posesiones a toda costa. Cosas que, justamente, nunca se poseen del todo (vida y cosas) y siempre amenazan con perderse o verse afectadas. Si tememos tanto a la inseguridad y a la muerte, es justo por la importancia que cobran (cobran por la vida) pues no se viven el instante, solo se vive a futuro, por eso se experimenta siempre la muerte incómoda, y no como algo que es parte, no del futuro o del pasado de la vida, sino del presente, del instante. O ¿Acaso el narco inventó la muerte, la inseguridad, las contingencias de la vida?
camilormz@gmail.comhttp://columnacamilo.jimdo.com/ .
*Articulo publicado en El Porvenir, 8 septiembre 2010
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