(Mini-cuento con el cual participé, bajo el seudónimo "Caminante" en un concurso en la casa de la cultura, del año....¡Ya no me acuerdo!, en fin, ahí va...)
Me enterraron vivo. Yacía en un ataúd acolchonado finamente labrado. Asfixiándome entre humedad de tierra, olor a hierba evaporada, quemándome la piel.
Moriría dos veces. La primera, un acontecimiento público de negrura elegante y miradas al suelo. Mi madre convertida en grito estridente, sirena del infiero ululando eternamente. Desgarrando su garganta cual velo del templo. Mi padre, soteniéndose de sus hombros, vencido por el peso de un dolor imparable e infinito: la muerte de un hijo ascendiéndole en gruesos y apretados torrentes. De saber que aùn estaba vivo, habrían tornado sus cuerpos palas de uñas y dientes.
Quebré la vitrina desde la que fui observado por última vez, ensangrentándome las manos y el rostro maquillado, arreglándome para la muerte definitiva. Maldije lo amado. Reí de lo temido, mientras se extinguía el oxígeno. Dejé de respirar como postergando el final imparable. Seguí riendo como ahora mismo lo hago, pero alegre de morir por segunda vez, ya sin testigos, acurrucándome en mi soledad, mientras me cosquilleaba en la intimidad de mis palmas y aliento, la muerte, esa tierna y adorada que me fue regalada -sin haberlo yo pedido- justo al instante de nacer.
"Caminante"
1 comment:
...si, la bronca está en el surgimiento del sujeto peigroso, especie de culpable a priori, a quien se le mira -como dijera Santiago Creel, acuñando terminos- de sospechosismo por la presencia de quien sabe que tantos rasgos...Cuando, precisamente el psicoanálisis permite advertir que un rasgo no hace un sujeto. Saludos!!!!
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