"Between joke and joke... the truth is shown"

psychoanalysis, culture, art and technology

Thursday, April 12, 2007

EL DESEO HUMANO*
Camilo Ernesto Ramírez Garza


El deseo humano está más allá de toda satisfacción y regulación fisiológica. Es su elemento estructurante, desencadenante y problemático. La lleva hacia el goce más paradójico, dándole al mismo tiempo su energía y alegrías más humanas, sus caprichos y antojos más artificiales; una sexualidad erotizada y no un simple mecanismo instintivo de reproducción. Dos ejemplos: consumo de drogas y juegos de azar. ¿Qué tienen estás dos cosas en común? ¿Qué es lo que queda expuesto –de la considerada “normalidad”- en estas dos actividades, tan socorridas actualmente? ¿Cuál es su fuerza de atracción y encanto?

Ambas son consideradas (altamente) adictivas: poseen una pasión tal, que toman y consumen a quien las realiza; tienen el poder de hacer esclavos -por el deseo que producen- a quien los prueba, quedando así, prendados de su objeto de deseo. Las drogas son sustancias naturales (marihuana, cocaína) sintéticas o de diseño (anfetaminas, tachas, ácido, piedra, etc.) que producen sensaciones y experiencias diferentes de éxtasis, júbilo, mucha energía y ensoñación. Quien las consume disfruta sus efectos, la relajación del tiempo, en cansancio ante la ausencia de ser…de ahí lo adictivo de las mismas. Otorgan una sensación arrebatada –y artificial- de placer. Los juegos de apuestas, por su parte, otorgan la sensación de estar en el límite de la emoción azarosa, de estar compitiendo con el caos, el azar y la suerte, gracias a la consideración del todo o nada: perder o ganar. Del poder con poco ($) salir victorioso, ganando grandes sumas de dinero o sentir que se pierde, pero al instante recuperarse. Tiene su origen en la mercantilización de la vida. Pero guardando su elemento central: el azar y la suerte. Cuando ésta ha quedado tocada por la codificación económica, es el dinero la mercancía aparentemente común con la cual medir el valor de las cosas, situaciones y personas, fijándoles un precio, un valor, una emoción (plus) subyacente.

Ambas –drogas y azar- están condenadas a repetirse una y otra vez, no es suficiente realizarlas una sola vez, pues saciarlas por completo llevándolas al extremo, podría ser peligroso, producirse un vaciamiento por la ruptura de todo limite regulador, por lo tanto la muerte: sobredosis en las drogas, la quiebra total en las apuestas, perderlo todo. La ilusión que portan es la de que el deseo puede ser comprado. No son muy diferentes estructuralmente hablando, al resto de las actividades humanas (estudiar, trabajar, viajar, enamorarse, etc.) la diferencia estriba en sus efectos. El alcohol y las drogas son consumidas en muchos países con regulación del Estado, teniendo menores niveles de delincuencia. En nuestro país –como en muchos otros- el hecho de ser ilegales, le otorga a al narcotráfico un plus de placer (altos costos en el mercado negro) quienes lo consumen y distribuyen no solamente experimentan el goce propio del efecto de la sustancia en su cuerpo o en sus ganancias económicas, sino aquel que consiste en burlar y vencer a la autoridad representante de la Ley, la necesaria persecución incesante.

La cuestión de las drogas y los juegos de azar, dos grandes negocios de nuestro mundo actual, ofrecen el placer del disfrute, radica en sus condiciones de posibilidad: una actualidad en donde aparentemente todo puede ser comprado: amor, sexo, felicidad, emoción, etc. Vivimos en sociedades en donde los valores que se profesan e intentan transmitir: esfuerzo, salud, éxito, inteligencia, cooperación, desarrollo, están matizados por la economía (¡Tanto tienes, tanto vales!) no es extraño que así como otras cosas se pueden comprar, a la mano del bolsillo, así, en nuestras sociedades reguladas por la macroeconomía, sean las drogas y los juegos de azar quienes nos muestren una característica esencial de toda actividad humana: eso que deseo puede ser comprado e ingerido-consumido, siendo la apuesta para ser feliz. Como lo puede ser un auto o una casa. En ese sentido lo que está en juego es sostener y reproducir la ilusión (publicidad) de que cualquier cosa que se desea puede ser comprada, y adquirida; en donde al borrar las diferencias (de clases y status) y la noción aplastante del sujeto masa, surge entonces un sujeto “libre” “único” –tan necesario para reproducir el ciclo de consumo- que guarda y disfruta la noción de que puede acceder a todo cuanto desee, porque es libre de elegir, que, cuando y cuanto comprar.

*Slavoj Zizek en El titere y el enano. Paidós, 2006. Nos muestra, partiendo del kinder sorpresa, un desgloce del elemento que causa el deseo: lo oculto que está más allá de todo objeto, eso que encanta, engatuza y cautiva. En un aparente simil cotidiano, diserta igual sobre la ideología actual, el psicoanálisis, las estrategias mercadotécnicas, que "la guerra preventiva" de EUA en Irak.
camilormz@gmail.com

1 comment:

Anonymous said...

Hola, interesante la comparacion entre una y otra, sin embargo... que tiene que ver el chocolatin ahi?..

tenia una idea de ese producto..

Algun psicologo no recuerdo el nombre que se dedica a analizar los productos que salen al mercado. dijo algo como..
el kinder sorpresa es igual al deseo de tener un hijo, pues este se compra y se quiere aun sin saber que saldra de ahi no?

Me llama la atencion que .. mm tal ves es.. hijo (kinder) .. dinero (apostar) pero las drogas???

bueno mas que un comentario una duda...

gracias