En otros tiempos se le llamaba ortopedia educativa; ortopedia del alma. Su objetivo: controlar el cuerpo para controlar el alma. A lo largo de la historia distintas culturas han coincidido al atribuir al cuerpo el lugar del placer, del goce, de las pasiones. Por lo tanto, el cuerpo será el lugar –eslabón- que mantiene unido al hombre a la tierra. “No seas esclavo de tus pasiones” –promulgan por igual griegos y judeocristianos. El cuerpo al no ser solamente un conjunto de reacciones fisiológicas reguladas genéticamente, sino una construcción subjetiva que lo erogeniza, en donde la cultura y el lenguaje van constituyéndolo y moldeando las imágenes que lo organizan, la sensualidad que produce es considerada peligrosa. Por ello los animales no disponen de erotismo, sino de ciclos de respuestas reproductivas.
Eso “peligroso” del cuerpo delimita una geometría del bien y del mal. El bien está en lo alto; en lo sublime de lo intangible, sea un elemento espiritual como el alma o la mente. El mal por su parte está en la tierra, o por debajo de ella, en el infierno, en el inframundo; en lo finito, en lo tangible y lo contingente. Si el cuerpo es el elemento sensible que nos ancla a la tierra, el lugar de la sexualidad, del deseo, del placer y del goce, entonces hay que controlarlo, castigarlo. Por ello la oposición entre Dios y Diablo. El uno, en lugar celestial, lo sublime despegado del cuerpo; el otro, lugar del placer, de la carne, de la concupiscencia. Ello se mantendrá, aunque depurado de nociones religiosas, hasta nuestra actualidad, era de regulaciones (certificaciones) llamadas “de calidad” que homogenizan –controlan- los procesos, los errores, por lo tanto descartan la creatividad.
Durante la edad media (s. V-XVI) será el pensamiento religioso cristiano el que domine, el objetivo: controlar el cuerpo para controlar el alma. Ayunos, penitencias, serán los medios para intentar combatir los placeres de la carne; incluso las imágenes eróticas que aparecen en sueños. En el renacimiento será diferente. Lo natural cobrará nuevos significados, el cuerpo ya no es visto solo como lugar donde habita el placer del diablo, como tentación, sino como realización plena de perfección y alegría. Posteriormente al diferenciarse tres elementos constitutivos: alma, cuerpo y mente, el filósofo francés René Descartes, trazó los limites que crearían campos de estudio específicos. Se estudia el cuerpo y la mente conceptualizándolas como una maquina; lo que hay que descubrir es su funcionamiento. Después surgirá la psicofísica (s. XIX) y el conductismo (s. XX) estableciendo paralelismos e inferencias entre las reacciones del cuerpo, el pensamiento y la conducta.
En la actualidad permanecen tales ideas. El control del cuerpo para producir la salud, la vida plena. La vuelta a lo orgánico como retorno a lo natural perdido (No se nos olvide que el ser humano es una construcción cultural, de ahí sus dramas existenciales; construimos mundo y no medio, como los animales). La búsqueda del equilibrio - ahí se produce el engaño propio del orden imaginario, vía la compra o inversión de equis o tal producto. Lo que subyace –sostiene- tal relación es, “Si compras esto entonces serás más, tendrás más salud, bienestar…por lo tanto serás más feliz” regulándose y perpetuándose el objetivo consumista que se “mueve” la economía. Los opuestos en constante tensión son ahora el control vs. el exceso, en el comer, beber, jugar, comprar…entre la restricción y el goce. Donde se evidencia que justamente lo que moviliza al deseo es su carácter restrictivo, coercitivo. p.ej. “Cuando me pongo a dieta, más como”; “Cuando quiero hacer esto y no lo otro, más hago lo otro”
El control del cuerpo vía la religión es relevado históricamente por la educación, y las legislaciones administradoras de justicia, desde las que surgen las nociones de crimen y criminal. Dejando atrás al pecado como delito no solo contra Dios y su iglesia, sino contra el Rey. A partir del s. XIX -surgen la niñez y adolescencia- repuntarán los manuales pedagógicos llenos de prescripciones encaminadas a controlar las posturas del cuerpo al sentarse, dormir, caminar; corregir deformaciones del cuerpo y del espíritu, “prevenir” la locura; producir una raza superior (eugenesia) pura, y llena de virtudes. En el intento de “acallar” o silenciar, controlar y aniquilar ESO intempestivo y creativo, -que siempre retorna- del que dan cuenta el arte y sus agentes: los artistas.
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