por
Camilo Ramírez Garza
“Conciencia que se desdobla: soy una imagen entre mis imágenes
y cada una de ellas, al mostrar su realidad, confirman la mía…
Octavio Paz
(1a parte)
“¡Ojalá me encontrara la mujer/el hombre perfecta/o”….¿Existe la mujer/hombre perfecta/o?- se pregunta alguien. Pero, la siguiente pregunta –y una más ácida- sería, Y de existir la mujer/hombre perfecto, de encontrarla/o, ¿querría andar conmigo?
La “perfección” es un ideal, una bella ilusión que organiza la ficción del amor por algunos momentos. Desde aquella mirada tierna de una madre, para quien sus hijos siempre son los más hermosos e inteligentes, a pesar de que para otros, poco les falte para arrancar el pedazo, unos adefesios. Siempre que se detiene a un sicario, la gente dice: “¿Y lo viste, la facha de pelafustán que tiene? ¿Cómo será la mirada de su madre? La de los enamorados, quienes “con ojos de amor” se contemplan uno al otro, y en cuya mirada, poco hay lugar para los defectos, sino para los más hermosos adjetivos jamás pensados. Pues “La mirada no se sitúa simplemente a nivel de los ojos. Los ojos pueden no aparecer, estar enmascarados. La mirada no es forzosamente la cara de nuestro semejante, sino también la ventana tras la cual suponemos que nos están acechando. Es una x, el objeto ante el cual el sujeto deviene objeto (Jacques Lacan) Solo hasta que la ilusión y suposiciones, se ven contrastadas en el día a día, o incuso ahí menos, pues siempre habrá posibilidades de “hacerse de la vista gorda” entre las redes de Cupido y sus flechas.
Cuando le preguntaban a Freud sobre el amor, sabiamente – ¿O por miedo e ignorancia?, o un poco de las dos. Ya que asumir la ignorancia es precondición del sabio: “Yo solo sé que no sé nada”(Sócrates) – decía: pregúntenle a los poetas, a los músicos, a los artistas, pues son ellos quienes nos han hablando sobre el amor; con sus expresiones nos hacen accesible el objeto del amor: sus paradojas, vericuetos, sus consecuencias.
Actualmente, y desde hace décadas, se espera, se busca, se anhela, vivir el amor, conocer el amor, pero bajo ciertas características, que podríamos nombrar, del inter-mercado: quiero vivir el amor, gozar de los beneficios de tener una pareja, pero sin sufrir, ni mucho menos padecer día a día las consecuencia de estar enamorado/a, es decir: esperar, ilusionase, frustrarse, tener discusiones, peleas, encuentros, desencuentros, rupturas, desencantos, búsqueda, sin sentido, soluciones, salidas, etc. pero sin sufrir. Se busca el amor, pero sin su elemento problemático, traumático, el sufrimiento. Se opera igual que el mercado, pretendiendo llenar la brecha, el desfase entre lo ideal y lo encontrado, como la lógica “quiero más por mi dinero” en donde no se desea tomar riesgos (“Si la/o quiero, pero no quiero sufrir, ni estar esperanzado/a, por algo que quizás no llegue” “No estoy dispuesto/a a salir lastimado/a…) cuando más bien el amor, responde a “El que quiera azul celeste, que el cueste”. El amor, más allá o más acá, de sus bellas imágenes donde no hay conflicto, ni roses (“Toda rosa tiene espinas”) ni malos entendidos, plantea una dimensión traumática, la misma que le da “sabor” a todo el asunto: ¿quién soy para ti? es decir, ¿qué debo de hacer ante tu amor? ¿Quién eres tú para mí? ¿Qué es eso, más allá que yo mismo/a, que ves en mi? ¿Cómo y a qué me compromete eso, el amor que me tienes?...Por ello el amor es una ficción de anudamiento, donde algo más allá de sí mismo/a es visto, capturado, por el otro, y que supone que se amada/o posee. Mientras este o esta, padece de los embates de ser para el otro algo amorosamente perfecto-imperfecto-perfecto…”
(2a parte)
Lo que el sujeto me dice está siempre en una relación fundamental
con un engaño posible, donde me envía o recibo el mensaje de forma invertida”
Lacan
Anteriormente comentábamos sobre diversos aspectos de las relaciones amorosas (“Sobre el amor” El Porvenir 16.06.10) Y como del amor no se puede dejar de ahondar, en tanto seres hablantes, algo se nos escapa, rebaza y trasciende; se olvida, se oculta, precisamente para mostrarse: eso desconocido de sí, localizado en los demás, seguimos… En su seminario 3 (El seminario tres: las psicosis, Buenos Aires: Paidós) Jacques Lacan plantea, entre muchas otras cosas, que “Todo conocimiento humano tiene su fuente en la dialéctica de los celos, que es una manifestación primordial de la comunicación”
Toda relación es una relación con el otro -hablar es hablar a otros- a través de nociones supuestas sobre sí, sobre los demás (El amor de mi vida, lo peor, un engaño, una farsa, un fraude…”eres lo que esperaba, peto te haz convertido en…”) La pareja amorosa experimenta haber localizado en el otro, algo (“Ese no se que, que, que se yo”) que justamente lo trasciende: el amor. “El amor es un dar lo que no se tiene a alguien que no lo es (Lacan) No se ama a cualquiera, se ama, justo a quien se supone responda -de cualquier manera- a deseos e interrogantes sobre quién se es, qué se quiere. Después de todo, la frase tan trillada de la comedia romántica “Jerry Maguire” (EUA; 1996) “Tu me completas”, no está tan equivocada.
Si quisiera mantenerlos en “Disneyland” en vez de pasear por los laberintos “Underground” del amor, debería terminar justo aquí, el equivalente de “Y vivieron felices para siempre”. Quien quiera permanecer así, solo deje de leer.
En lugar de las nociones asépticas de relaciones de pareja, incompatibilidad de caracteres, violencia intrafamiliar, diferencias irreconciliables, etc. En psicoanálisis se habla de "Amor", "Amante", "Deseo", "Goce", "Falta", "Carencia"...Abre interrogantes, más que cerrar y "dar respuestas" estilo receta...¿Cuál es el objeto amadodiado que anuda cada síntomamoroso? ¡Valga la redundancia! El amor es una ficción que hace cuerpo, transita por cada uno de sus agujeros (ojo, boca, oído, ano, pene, pecho, poros de la piel) Cada amante posee ciertos referentes que posibilitan amar al otro amarlo/la: sigues teniendo “Eso” que me enloquece, “El amor es una locura y el cura que lo cura, comete una gran locura”, “Te amo, porque sigo encontrándome en tus palabras” Amarla/Amarlo rima con amarrarla, amarrarlo, armar algo: el amor es una ficción de nudos: anudamientos, desnudamientos, atar, desatar, de vuelo: ¡Andas desatado! ¡Anda volando bajo! A-mor-didas, la oralidad del amor, el amor es para probarse. Ver historias de vampiros, donde el amor, goza de su faceta canivalesca: ¡Comerse a besos! ¡Te cojo a mordidas! También con los ojos se comen: “De la vista nace el amor” “Tiene buen lejos…”, “Cuerpo de deseo, cara de arrepentimiento”. Los conflictos surgen cuando sucede el error, la falla, lo inesperado, la frustración, producto de la disparidad entre lo que se suponía y lo que se experimenta; la forma en la que el otro rasga esa ilusión. ”¿Te preocupa mi felicidad, verdad? –le pregunta su novio a Grace “¡Claro mi amor, siempre y cuando no choque con la mía!” (Will and Grace, EUA, NBC, 1998-206) El amor también es demanda: ¿Qué quieres de mí? ¿Ya, dime de una buena vez que es lo que quieres? Uno de los malestares amorosos es, por un lado, querer relaciones sin fallas, errores, ni dificultades (“Cuando uno quiere evitar un problema, surgirán mil más”) “Ya casi no nos peleamos, estamos muy bien” Tenga por seguro que esa relación se terminará en 5,4,3,2… A la manera de la apuesta del mercado, recibir exactamente lo que se desea, en vez de abrirse a la experiencia de lo que las fallas, errores y discusiones, nos muestran: hacer algo a partir de las dificultades, más que verlas como aspectos a erradicar, es darles lugar, pues de ahí surge lo nuevo, las experiencias, la vida vivida, y no la vida-pensada-sufrida.
Twitter: CamiloRamirez_
http://columnacamilo.jimdo.com
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