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Monday, September 21, 2009

La influencia de la Influenza

por
Camilo Ramírez Garza

En diversos medios de comunicación se nos anuncia que está próximo un nuevo rebrote de Influenza AH1N1, ya anticipado desde los pasados meses de abril y mayo, cuando irrumpió un nuevo virus. Al inicio bautizado como “influenza porcina” -no sin sufrir efectos para la industria ganadera, incluso en algunos países, se llevaron a cabo cruentas masacres contra aquel animal- después se le re-bautizó con el código -puro significante- de Influenza tipo A H1N1. Quizás asociándolo más, al menos en el nombre, a un virus cibernético, noción pandemia con la que ya cuenta ésta generación.

En aquel entonces, supuestamente no se sabía nada respecto al nuevo virus, solo algunos síntomas, similares a la influenza común, pero de consecuencias fatales. Entre estos nuevos síntomas destaca un marcado aumento de la temperatura en breves lapsos de tiempo. Pronto llegaron las medidas ante la contingencia, primero spots sobre las medidas preventivas clásicas: taparse la boca al estornudar, lavarse las manos, evitar cambios bruscos de temperatura, reposo; hasta unas extremas, como no visitar lugares concurridos, cierre de restaurantes, cines, teatros, suspensión de actividades religiosas, etc. Hasta la suspensión de clases y algunos trabajos a nivel nacional, cancelación de vuelos nacionales e internacionales, incluso hubo países que cerraros sus fronteras ante la amenaza del virus.

Los efectos fueron muy variados, desde pérdidas económicas, retraso el curso escolar, por supuesto el contagio de la enfermedad en sí misma, pero quizás uno más generalizado fue el miedo bajo diversas formas: miedo a salir, miedo al futuro, “al final de los tiempos”, miedo al desabasto de medicinas, miedo a contagiarse, en última instancia, miedo al otro, potencial portador del mal que puede aquejarme. El miedo, al menos en México, y en particular en Monterrey, se desplazó de padecer los embates del crimen organizado (robos, ejecuciones, extorsiones, levantones, secuestros, etc.) al miedo de contagiarse de Influenza A H1N1; de pronto la saliva, un simple beso o apretón de manos se volvieron más peligrosas –pero al mismo tiempo más influenciables para movilizar las masas- que las armas de destrucción masiva que el gobierno de EUA jamás encontró, ni encontrará en Iraq.
La paradoja, entre muchas, fue que mientras los medios y funcionarios hablaban alarmantes, el tono de los médicos fue bajando, comentaban que el uso del cubre-bocas estaba de más, era innecesario, más para proteger a los otros de sí mismo, que al revés, que la gel antibacterial no hacía las veces del jabón, que la medida más sencilla era lavarse las manos constantemente al entrar en contacto con los demás, no agarrarse la cara con las manos sucias, cubrirse al toser. Incluso hubo quien tomó lo del cubre-bocas como una metáfora de la censura operada por el gobierno mexicano, una forma de no escuchar a sus ciudadanos. Expresión en eco de malestares latentes en la memoria de los mexicanos desde hace ya tiempo.
¿Habrá sido lo de la influenza AH1N1, así como el secuestro del avión, y el chupa cabras del salinismo, formas de distraer la atención de la alza de impuestos, de la devaluación? ¡Claro! Lo mismo puede advertirse al preguntarnos: ¿Será que las compañías desean mediante sus comerciales vendernos algo, que solo compremos sus productos? ¿Será? Se olvida que el planteamiento de la pregunta es ya la red distractora. Independientemente si mover a las masas fue o no orquestado a priori, la influencia de lo dicho sobre la influenza sirve para advertir el encantamiento de los humanos ante lo que se (cree) ver, oír.

camilormz@gmail.com
http://camiloramirez.jimdo.com

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