LA CULTURA DEL MIEDO Y EL ODIO:
CUNA DE VIOLENCIA Y DISCRMINACIÓN
CUNA DE VIOLENCIA Y DISCRMINACIÓN
Camilo Ernesto Ramírez Garza*
“Limpieza étnica. Dijimos nunca más,
y he aquí que monstruosa se repite la historia”
José Emilio Pacheco
“Nosotros somos los otros de los otros” dice el músico español Joan Manuel Serrat. Mientras el padre del existencialismo, Jean-Paul Sartre, “El infierno son los otros” Es acaso que lo organizado bajo el lugar común de los otros, es tan intolerable, al grado darle el epíteto aplastante de infierno.
Los otros, son los semejantes, los pares, los iguales, mi yo especular. Ese otro imaginario soporte de mi propio ser, de mi propio yo –igualmente imaginario- del cual devengo sujeto a través de la relación especular con ese otro que me sirve de espejo, sombra y textura, al cual imito o me revelo; me acerco o tomo distancia; amodio, sin el cual no podría ser, ni diferenciarme; ser lo que soy, identificando (diferenciando) lo que no soy.
Ese otro con el cual ante la Ley nos reconocemos en estado de equivalencia e igualdad: “Ante la ley todos somos iguales” –gustamos decir. Ante el Otro –Dios, La Ley, el destino- nosotros los otros, ocupamos un lugar escalonado, de tensión, luchas y acuerdos; encuentros y desencuentros. Si somos, es que podemos ser con los otros.
La relación con el otro se sostiene a través de los avatares del amor: la demanda, la apuesta, la falla, la carencia, el vacío: imagino que tienes lo que me hace falta y ando buscando; dices o crees que yo tengo lo que tu buscas; te lo doy, te lo niego, insinúo, tu haces lo mismo; los dos sufrimos, pataleamos, nos pegamos. Así, nuestras miradas reciprocas nos van entrelazando, nos van uniendo o despegando. A veces el otro también es el lugar de la maldad; el depósito de lo extraño, lo ajeno y lo distante que yo mismo tengo, pero que no reconozco en mí. Freud le llamaba lo siniestro o ominoso. En ti, siempre es más fácil, solo necesito señalarte: sin advertirlo, muestras lo que soy. Entonces surge el odio al extraño-al-extranjero, al alíen, palabras con un mismo significado: el que viene de afuera (como el mismo Yo de cada cual, que viene de afuera) En donde el otro es el depositario de lo malo, lo siniestro, lo maléfico, lo anormal, lo enfermo… Debemos de matarlo para que muera también lo que le hemos depositado, proyectado: nuestra frustración, odio y vergüenzas. ¡Que muera cual cordero que va al matadero” Al que le imponemos las manos para enviar al desierto, dócil e inocente chivo expiatorio que permite la expiación de las culpas por su sacrificio: ¡Alguien debe de morir! ¡Alguien debe de pagar por todo!
“Solo lo semejante conoce a lo semejante” (Aristóteles) Por ello, al odiarte también me hiero y señalo; me juzgo en ti. El otro, eres la parte supuestamente ajena que me regresa mi propia imagen como si fuera de otra persona, mi ataque como ataque del otro; el reverso de mi mensaje –diría Lacan. Mis suposiciones y pre-jucios que terminan por desenmascararme. Mi mensaje venido desde afuera. El propio ataque que dirijo al otro del cual no soy muchas veces conciente, sino solo lo que regresa de él, como si el origen hubiera estado en el otro: es el malo que desea mi mal, mi daño y muerte; solo quiere chingarme. Debo entonces atacarlo y aniquilarlo antes que el a mí. Sucede más de una vez, quien habla “mal” de alguien, teme –entre el odio y la culpa- que el otro haga lo mismo y arremeta con lenguas afiladas implacables.
Odio y discriminación son parte de una misma formula amorosa: el odio como contraparte necesaria del amor (hay quienes lo nombran como enamorodiación) bajo la figura del ataque al goce del otro: a la manera en que el otro vive y disfruta la vida; sus tradiciones y trabajos. No es de extrañar que casi todas las reacciones discriminatorias surjan como criticas a la forma de vestir, comer, vivir, celebrar…de esos otros extranjeros –o grupos- que vienen a robarnos nuestras tradiciones y trabajos. Cuando lo que presentan es justamente la posibilidad de la existencia de una otredad diversa a la propia, de la cual pudiera aprender algo y no temer. Donde nadie puede adjudicarse –como pretende E.U.A la definición de normalidad y salud, incluso en términos económicos.
Sucedió durante la IIa Guerra Mundial en Auswitch, la limpieza étnica promovida por la “raza pura” a la que subyace la noción de eugenesia venida de siglos atrás, como ideal de perfección humana, donde los “errores” (enfermos, débiles, temerosos, pobres, feos, deformes, negros, mujeres, homosexuales, comunistas, “infieles musulmanes”, los indígenas…) debían erradicarse del sistema perfecto, de la macroeconomía. Algo similar sucede ahora en una vida humana aparentemente organizada bajo los flujos homogéneos -educativos, laborales, empresariales y tecnocientíficos- certificadores de la uniformidad y calidad, los cuales sirven a las ganancias económicas. El enemigo ahora no es el otro en cuanto ser que puede dañarme físicamente, sino aquel que trastorna mi economía. Por ello el último referente a vencer es la religión. Una vez vencida –como está siendo en sociedades como la Japonesa o en Irak- el sujeto se desprende de sus valores más arraigados, quedando desprovisto de referentes que lo sostengan, lanzándose así a la consecución de la formula –revés al cartesianismo “Pienso luego existo” al “Compro entonces soy feliz, o al menos totalmente palacio…” perpetuando así la regeneración del sistema. En donde el odio al otro se produce en cuanto ese otro es diferente, pero tan igual, que al cambiar y da la espalda, entonces inicia la encarnizada batalla por destruirlo. Como fue el caso de Noriega en nicaragua, Osama Bin Laden y Saddam Husein, en el momento en que fueron diferentes y no sirvieron como aliados, se volvieron enemigos para E.U.A.: “Los que no están con nosotros, entonces están en contra”. Estos tres personajes tienen en común el haber sido socios de la familia Bush. Bin Laden, cuadro de inteligencia de la CIA, entrenado en E.U.A.
Lo mismo en México cuanto se diferencia a los unos de los otros; a los ricos de los pobres, a los indígenas de las personas del ámbito rural o citadino; un México al norte y uno al sur. Las brechas, no solo económicas, sino del odio, discriminación e intolerancia, se ensanchan, crecen y se fortalecen. Las pasadas elecciones (2006) fueron una clara muestra de ello, donde la estrategia mas utilizada fue la promoción del odio al otro, al semejante, también candidato presidencial, bajo el diseño de spot televisivos que pretendían, cual experimento pavloviano, condicionar el sufragio por el miedo, al presentar dos imágenes, una del candidato de izquierda Andrés Manuel Lopez Obrador (AMLO) seguida de una del presidente venezolano Hugo Chávez; con el slogan “¡Es un peligro para México!” Estrategia orquestada por el actual y flamante cuasi-militar presidente, ya muy formal, Felipe Calderón (FeCAL como socarronamente algunas gentes lo mencionan) miembro de un partido conservador (PAN) nombrado abiertamente en el exterior como un partido de la derecha católica conservadora, el cual evidentemente posee en su estructura interna la discriminación ideológica, religiosa y moral, forzando a los otros –supuestamente en un acto cívico- a tomar sus mismas ideas al respecto del aborto y la homosexualidad. Discriminando así a las personas y grupos, “echándole mas leña” a la hoguera, alimentando el odio y la intolerancia. Donde se sigue oyendo la misma consigna: ¿O estas con nosotros o estás en contra?
*Psicoanalista. Catedrático de las facultades de psicología, Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y Universidad Tecnológica de México (UNITEC) en Monterrey, Nuevo León, México.
camilormz@gmail.com
“Limpieza étnica. Dijimos nunca más,
y he aquí que monstruosa se repite la historia”
José Emilio Pacheco
“Nosotros somos los otros de los otros” dice el músico español Joan Manuel Serrat. Mientras el padre del existencialismo, Jean-Paul Sartre, “El infierno son los otros” Es acaso que lo organizado bajo el lugar común de los otros, es tan intolerable, al grado darle el epíteto aplastante de infierno.
Los otros, son los semejantes, los pares, los iguales, mi yo especular. Ese otro imaginario soporte de mi propio ser, de mi propio yo –igualmente imaginario- del cual devengo sujeto a través de la relación especular con ese otro que me sirve de espejo, sombra y textura, al cual imito o me revelo; me acerco o tomo distancia; amodio, sin el cual no podría ser, ni diferenciarme; ser lo que soy, identificando (diferenciando) lo que no soy.
Ese otro con el cual ante la Ley nos reconocemos en estado de equivalencia e igualdad: “Ante la ley todos somos iguales” –gustamos decir. Ante el Otro –Dios, La Ley, el destino- nosotros los otros, ocupamos un lugar escalonado, de tensión, luchas y acuerdos; encuentros y desencuentros. Si somos, es que podemos ser con los otros.
La relación con el otro se sostiene a través de los avatares del amor: la demanda, la apuesta, la falla, la carencia, el vacío: imagino que tienes lo que me hace falta y ando buscando; dices o crees que yo tengo lo que tu buscas; te lo doy, te lo niego, insinúo, tu haces lo mismo; los dos sufrimos, pataleamos, nos pegamos. Así, nuestras miradas reciprocas nos van entrelazando, nos van uniendo o despegando. A veces el otro también es el lugar de la maldad; el depósito de lo extraño, lo ajeno y lo distante que yo mismo tengo, pero que no reconozco en mí. Freud le llamaba lo siniestro o ominoso. En ti, siempre es más fácil, solo necesito señalarte: sin advertirlo, muestras lo que soy. Entonces surge el odio al extraño-al-extranjero, al alíen, palabras con un mismo significado: el que viene de afuera (como el mismo Yo de cada cual, que viene de afuera) En donde el otro es el depositario de lo malo, lo siniestro, lo maléfico, lo anormal, lo enfermo… Debemos de matarlo para que muera también lo que le hemos depositado, proyectado: nuestra frustración, odio y vergüenzas. ¡Que muera cual cordero que va al matadero” Al que le imponemos las manos para enviar al desierto, dócil e inocente chivo expiatorio que permite la expiación de las culpas por su sacrificio: ¡Alguien debe de morir! ¡Alguien debe de pagar por todo!
“Solo lo semejante conoce a lo semejante” (Aristóteles) Por ello, al odiarte también me hiero y señalo; me juzgo en ti. El otro, eres la parte supuestamente ajena que me regresa mi propia imagen como si fuera de otra persona, mi ataque como ataque del otro; el reverso de mi mensaje –diría Lacan. Mis suposiciones y pre-jucios que terminan por desenmascararme. Mi mensaje venido desde afuera. El propio ataque que dirijo al otro del cual no soy muchas veces conciente, sino solo lo que regresa de él, como si el origen hubiera estado en el otro: es el malo que desea mi mal, mi daño y muerte; solo quiere chingarme. Debo entonces atacarlo y aniquilarlo antes que el a mí. Sucede más de una vez, quien habla “mal” de alguien, teme –entre el odio y la culpa- que el otro haga lo mismo y arremeta con lenguas afiladas implacables.
Odio y discriminación son parte de una misma formula amorosa: el odio como contraparte necesaria del amor (hay quienes lo nombran como enamorodiación) bajo la figura del ataque al goce del otro: a la manera en que el otro vive y disfruta la vida; sus tradiciones y trabajos. No es de extrañar que casi todas las reacciones discriminatorias surjan como criticas a la forma de vestir, comer, vivir, celebrar…de esos otros extranjeros –o grupos- que vienen a robarnos nuestras tradiciones y trabajos. Cuando lo que presentan es justamente la posibilidad de la existencia de una otredad diversa a la propia, de la cual pudiera aprender algo y no temer. Donde nadie puede adjudicarse –como pretende E.U.A la definición de normalidad y salud, incluso en términos económicos.
Sucedió durante la IIa Guerra Mundial en Auswitch, la limpieza étnica promovida por la “raza pura” a la que subyace la noción de eugenesia venida de siglos atrás, como ideal de perfección humana, donde los “errores” (enfermos, débiles, temerosos, pobres, feos, deformes, negros, mujeres, homosexuales, comunistas, “infieles musulmanes”, los indígenas…) debían erradicarse del sistema perfecto, de la macroeconomía. Algo similar sucede ahora en una vida humana aparentemente organizada bajo los flujos homogéneos -educativos, laborales, empresariales y tecnocientíficos- certificadores de la uniformidad y calidad, los cuales sirven a las ganancias económicas. El enemigo ahora no es el otro en cuanto ser que puede dañarme físicamente, sino aquel que trastorna mi economía. Por ello el último referente a vencer es la religión. Una vez vencida –como está siendo en sociedades como la Japonesa o en Irak- el sujeto se desprende de sus valores más arraigados, quedando desprovisto de referentes que lo sostengan, lanzándose así a la consecución de la formula –revés al cartesianismo “Pienso luego existo” al “Compro entonces soy feliz, o al menos totalmente palacio…” perpetuando así la regeneración del sistema. En donde el odio al otro se produce en cuanto ese otro es diferente, pero tan igual, que al cambiar y da la espalda, entonces inicia la encarnizada batalla por destruirlo. Como fue el caso de Noriega en nicaragua, Osama Bin Laden y Saddam Husein, en el momento en que fueron diferentes y no sirvieron como aliados, se volvieron enemigos para E.U.A.: “Los que no están con nosotros, entonces están en contra”. Estos tres personajes tienen en común el haber sido socios de la familia Bush. Bin Laden, cuadro de inteligencia de la CIA, entrenado en E.U.A.
Lo mismo en México cuanto se diferencia a los unos de los otros; a los ricos de los pobres, a los indígenas de las personas del ámbito rural o citadino; un México al norte y uno al sur. Las brechas, no solo económicas, sino del odio, discriminación e intolerancia, se ensanchan, crecen y se fortalecen. Las pasadas elecciones (2006) fueron una clara muestra de ello, donde la estrategia mas utilizada fue la promoción del odio al otro, al semejante, también candidato presidencial, bajo el diseño de spot televisivos que pretendían, cual experimento pavloviano, condicionar el sufragio por el miedo, al presentar dos imágenes, una del candidato de izquierda Andrés Manuel Lopez Obrador (AMLO) seguida de una del presidente venezolano Hugo Chávez; con el slogan “¡Es un peligro para México!” Estrategia orquestada por el actual y flamante cuasi-militar presidente, ya muy formal, Felipe Calderón (FeCAL como socarronamente algunas gentes lo mencionan) miembro de un partido conservador (PAN) nombrado abiertamente en el exterior como un partido de la derecha católica conservadora, el cual evidentemente posee en su estructura interna la discriminación ideológica, religiosa y moral, forzando a los otros –supuestamente en un acto cívico- a tomar sus mismas ideas al respecto del aborto y la homosexualidad. Discriminando así a las personas y grupos, “echándole mas leña” a la hoguera, alimentando el odio y la intolerancia. Donde se sigue oyendo la misma consigna: ¿O estas con nosotros o estás en contra?
*Psicoanalista. Catedrático de las facultades de psicología, Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y Universidad Tecnológica de México (UNITEC) en Monterrey, Nuevo León, México.
camilormz@gmail.com