"Between joke and joke... the truth is shown"

psychoanalysis, culture, art and technology

Thursday, October 12, 2006

DISCRIMINACIÓN: ODIO AL "EXTRAÑO", Al "DIFERENTE"*


“Nosotros somos los otros
de los otros”
Juan Manuel Serrat


Fernando Savater en su libro Los diez mandamientos argumenta que el monoteísmo constituye un retroceso, más que un logro en el desarrollo de la apertura y el respeto. Mientras que en civilizaciones politeístas predominaba el respeto por la diversidad de creencias; en las monoteístas (un solo dios) la “única” visión del mundo y la “verdad” son expresiones de la discriminación y sistemas cerrados, llenos de candados que impiden la inclusión de ideas nuevas. Las “verdades” se transmiten –imponen- dogmáticamente por autoridad o “iluminación”. Dificultándose -en el mejor de los casos- cuando no evitando todo diálogo. ¿Ejemplos? Israelitas y Palestinos pelean por la tierra que sus padres recibieran de manos de dios, hace miles de años. Cada cual reclama para sí, la legitimidad de tal herencia. El catolicismo se adjudica la verdad absoluta ante el resto de las confesiones religiosas cristianas y no cristianas. Produciéndose más enfrentamientos que diálogos. Se pide no ver una película, ni leer un libro (Código Da Vinci) cuando lo mejor sería que se leyera y releyera, para cuestionar, reflexionar y así madurar. En cambio se promueve una formación exclusiva de “verdades” aceptadas (toleradas) Con ello ni se promueve la diversidad de pensamiento, ni la apertura, sino la discriminación: odio y exclusión. En sistemas cerrados –no solamente los hay religiosos- se estudia exclusivamente lo propio y no lo ajeno, por ello siempre los otros son extraños, sus ideas desconocidas. El enemigo es quien no piensa igual, por lo tanto está fuera de la “verdad”. Por otro lado, millones de mexicanos emigran a EUA para elevar su nivel de vida. La paradoja económica: ambos países colindantes dependen de ello. Se demanda un buen trato mientras que otros latinoamericanos capturados en México reciben agresiones aún ¡peores!. Que fácil es cambiar de posición de victima a victimario; de agredido a agresor. ¿Cómo sucede? ¿Cómo es que alguien que ha experimentado en carne propia agresiones puede dispensarlas después a otros? Finalmente ¿Cómo se produce el odio al extraño, al diferente?

Partiendo de la premisa básica de que no hay esencias, sino existencias en acto, podemos ubicar al sujeto y su realidad histórica en una dimensión des-pre-juiciada. De lado los imaginarios colectivos y personales modeladores de las formas de identidad alienada y discriminatorias; los argumentos cerrados, vehículos de odio-deseo, podemos reconocernos en los otros, semejantes. Esos: “Yo soy...” “¡Ellos son los culpables!” “Todos los inmigrantes son...” “Los pobres...” “Los niños...” “Los mexicanos” “Los americanos...” “Todos los árabes...” “Las mujeres...” “Los ancianos...” “Los homosexuales...” “Los delincuentes...” “Los borrachos...” “Los estudiantes...” Portan suposiciones (“definiciones”)generales que delimitan un Yo-nosotros-puro, único-poseedor-de-la-“verdad”, en contraposición a un El-Ellos-maligno-equivocado- extraño.

El cambio de posición se produce por identificación. El agredido se pone en el lugar ideal del poder del agresor. Lo que vive pasivamente lo transforma en forma activa. Antes le pegaban, ahora pega. Sucede a muchos niveles. Un supervisor regañado, posteriormente grita a sus trabajadores, hijos o esposa. Una madre golpeada por su pareja, propina tremendas palizas a sus hijos, quienes a su vez se desquitarán con algún juguete, animal o compañero de clases. El nuevo en la oficina carga con las culpas. El inmigrante mexicano es “malo”, así como el salvadoreño o guatemalteco cruzando México. Los “malos” alemanes y los “buenos” judíos; los “malos” israelitas asesinan palestinos y viceversa. Los “malos” árabes se inmolan atentando contra “el buen” EUA, que interviene la soberanía de aquel país, y muchos más. Todo esto encubre una verdad. La discriminación: el odio-amor al extraño y diferente, son formas de lidiar con el odio a sí-mismo, no reconocido. Aquello propio intolerable. Eso no reconocido en sí mismo se localiza a fuera, en otros: extranjero y diferentes. Simbólicamente se trasladan los papeles. Lo “malo” propio es depositado en otros, que ahora cargan con las culpas. Al criticarlos, agredirlos o matarlos, se controla el deseo propio intolerable. Reconociendo genuinamente el odio y deseo propio en eso que se “odia” en los demás, no se adjudicarían culpas, ni deseos a otros. No se golpearía a sí mismo en los demás. Simplemente no se discriminaría.

*Abril 2006. Publicado en Periódico El Porvenir/Cultural, pp.3

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