“Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombrey eso es lo que realmente somos”
José Saramago
Eso que angustia y constriñe, y que por momentos amenaza con reducir al silencio, no esmás que la manifestación de algo propio de lo humano, su herida fundamental: la carenciade ser.
La mente surge de la cavilación, de la duda y del pensamiento que requiere siempre serpensamiento de otra cosa y de otra cosa, que al remitirse a ese “algo más”, se enlaza yteje la red del horizonte posible de lo simbólico del cual siempre escapa algo, un resto sinnombre: justamente lo real que se moviliza y con incomodidad se expresa en la vida y enel cuerpo como una falta de orden y sentido, que angustia: ¿Qué haremos con “eso”? ¿Locallamos? ¿Lo hacemos desaparecer? ¿Le preguntamos algo? ¿Nos planteamos algo a partirde esa experiencia?
Eso, “Es” (pronombre neutro) decía en alemán Sigmund Freud, para dar cuenta del “Ello”,Eso que habla y que nos interroga. Y si Ello habla, dice algo: ¿Cómo es que lo dice? Ysobre todo ¿Qué dice?
En la angustia el sujeto se ve confrontado con algo que le es propio: no saber, no ser.Es una experiencia que tiene la dignidad de mostrarnos al tiempo que un contexto, unaposibilidad: el de la pérdida y la creación (“Todo arte se caracteriza por cierto modo deorganización alrededor de ese vacío” Jacques Lacan); hay muchas otras figuras: la caída,la huída, la expulsión…del paraíso, del orden instintivo, etc.
Cuando se considera la angustia como algo “malo”, un trastorno o una disfunción delmiedo, que se quiere medir con escalas e inventarios psicométricos para determinar quetanto es normal o anormal que alguien la experimente en su vida, a partir de lo cual segeneran estrategias (psicológicas y/o farmacológicas) para “tratarla”, meterla en ciertosparámetros normalizantes, solo se le está cuantificando. Y ello nada tiene que ver ni conla dignidad de la angustia (que revela algo fundamental de lo humano que siempre nosacompaña, a partir de lo cual se crea algo) ni con investigar su cualidad, es decir, su sentidopara el sujeto que la sufre. No es lo mismo buscar a toda costa y por todos los mediosde la tecnología bioquímica y del mercado que “se nos quiete” la angustia, adormecerla,para vivir como si eso “… que está dentro de nosotros y no tiene nombre” no existiera. Aque a partir de la experiencia de la angustia crear algo que permita organizarnos ante undeterminado pesar. Un trazo que hace la diferencia, por ejemplo: quitar una experiencia, pretender reducirla al silencio es por demás angustiante, mientras que interrogarnossobre lo que dicha experiencia nos dice sobre nuestra vida y ese punto específico de unacoordenada clavada en el cuerpo, como es la angustia, permite empelarla como una brújulade vida, una experiencia que permita a partir de su caos y premura que toca el cuerpo yla vida de quien la padece, organizar y decidir algo. Solo entonces eso que angustia, -considerado como malo y que se quiere hacer-desaparecer- se convierte en motor y fuentede creación y lógica de vida, al estilo de “Me angustio porque (Yo) no soy, luego organiza,creo, hago y emprendo”
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*Articulo publicado en el periódico El Porvenir 1 agosto 2012