Foto: CRG/15/07/2011
Camilo Ramírez Garza
psicoanalista, escritor y comediante
La vida es un viaje.
Vamos conociendo, desconociendo,
encontrándonos.
Y a veces, incluso, desconociéndonos.
La memoria es el tesoro sutil y fugaz
que sostiene la vida humana de un fuerte hilo de humo y agua. .
Todo viaje es un encuentro. Así como un re-encuentro con algo que se creía perdido. Viajar implica no solo un desplazamiento geográfico sino subjetivo: salir de lo que se considera lo propio (lugar de residencia, rumbos, gente, familia, amigos, trabajo, idiosincrasia, valores, lengua, imágenes, etc.) ir al encuentro con lo diverso: la multiplicidad de matices y texturas, bajo diferentes formas, colores y sabores. Ver la otredad con nuestros ojos –y al regresar- lo propio con unos nuevos, transformados, produce un cambio que no se sabe a priori a donde llevará. Por ello el viajar es una experiencia de descanso y diversión: dejar por un momento la costumbre de ser uno mismo en relación con lo conocido, la pesadez del ser. Entonces se expande el mundo, “mi” mundo, cuando me encuentro compartiendo la mirada con aquellas miradas que vi:
“Me descubro en mis imágenes. Aquello que miro es aquel que mira: yo mismo. Soy una imagen entre mis imágenes y cada una de ellas, al mostrar su realidad, confirma la mía…De pronto, y muy pronto, la coincidencia se rompe: no me reconozco en lo que veo ni lo reconozco. El mundo se ha ido de sí mismo…” (Octavio Paz, El Príncipe: el clown, 1978) Entonces se advierte que la vida es puro cambio, camino y viaje, miradas en movimiento.
Sigmund Freud, creador del psicoanálisis (y además con un intenso miedo a viajar en tren, el cual no le impidió pasearse durante toda su vida) para explicar en qué consiste el método psicoanalítico, utilizaba una metáfora del viaje: "Diga, pues, todo cuanto se le pase por la mente. Compórtese como lo haría, por ejemplo un viajero, sentado en el tren del lado de la ventanilla que describiera para su vecino del pasillo como cambia el paisaje a su vista" (Freud, “Sobre la iniciación del tratamiento, 1913) justamente porque todo viaje es un descubrimiento, una confrontación y encuentro con aquello que se considera estable y permanente de sí mismo y del mundo conocido (ideas, valores, nociones, costumbres, etc.) por el contraste con los usos y costumbres de las personas de otros lugares, precisamente como sucede durante un psicoanálisis: el sujeto “viaja” por sus ocurrencias y descubre en dicho “viaje”, algo que en cierta formar siempre supo, pero no podía ver. Por ello el viajar no es para todos, hay quien no desea ser confrontado en la visión única de “su” mundo, lo nuevo le aterra, prefiere quedarse en el mismo lugar aunque recorra grandes distancias. “El que nace para maceta no pasa del corredor” advierte la sabiduría popular. Por ejemplo quien acostumbra ir a un restaurant y lugar nuevo a comer y hacer exactamente lo mismo.
El viaje es búsqueda, encuentro y desencuentro. Descifrar lo infinito en lo finito. Celebrar todos los años, los rumbos, las épocas, la vida y la muerte en breves instantes, donde confluye lo conocido y desconocido con el porvenir, en una polifonía de texturas, ideologías y sabores donde se experimenta aquello que se creía perdido y que se ha finalmente (re)encontrado.
Camilo Ramírez Garza es psicoanalista, escritor y comediante, ¡Valga la redundancia! Desarrolla su actividad en la atención clínica psicológica, consultoría a docentes y profesionales del campo de la educación, así como en sectores empresariales. Es conferencista internacional. camilormz@gmail.com Web site: http://camiloramirez.jimdo.com
*Articulo publicado en el No.1 de la revista Destinos y Hoteles, p. 59.