Camilo E. Ramírez Garza*
Recientemente un grupo de profesores de secundaria, me hacían las siguientes preguntas:
“Se dicen muchas cosas sobre el psicoanálisis, que si recordar la infancia es importante, que si se usa un diván, que si es un tratamiento muy largo y muy caro; que si está obsoleto, pero 1) ¿Qué es el psicoanálisis? 2) ¿Para qué sirve? Actualmente hay muchos psicólogos y psiquiatras, en todos lados se habla de psicología, terapias y psicoterapias: terapia de juego, cognitiva conductual, modificación de conducta, hipnosis, terapia sistémica, terapia de constelaciones familiares…3) ¿Hay alguna diferencia entre estas y el psicoanálisis? 4) ¿En qué casos se recomienda el psicoanálisis?
Los interrogantes siempre nos hacen reflexionar y avanzar, no solo sobre nuestra labor clínica psicoanalítica, sino sobre el cómo transmitimos (lo logremos o no) lo que hacemos, y principalmente, cuáles son los efectos de dicha transmisión. A menudo los ámbitos de dicha transmisión comprenden grupos de estudiantes o personas con ciertas nociones sobre el psicoanálisis, interesados en el mismo (estudiantes de psicología, filosofía, letras, filósofos, sociólogos, artistas, etc.) lo cual, de alguna manera facilita la presentación y discusión de ciertas premisas y contenidos sobre lo qué es el psicoanálisis, cómo sustenta su actuar en la clínica, hacia lo que señala su funcionamiento, digamos su lógica, sus aportes. Las dificultades -al menos en lo personal, ante estás cuatro preguntas- son, el exponer a un grupo de personas sin conocimientos o ciertas nociones (digamos teóricas y clínicas) sobre el psicoanálisis. ¿La clave? Partir justamente de los hechos de la vida cotidiana ante los cuales todos podemos reconocernos, ir de los asuntos a la abstracción teórica.
En 1901 Freud presentó un trabajo titulado Psicopatología de la vida cotidiana
[1] donde abordó situaciones tan comunes como los olvidos, lo errores al hablar, el cambiar una cosa por otra, etc. y cuatro años después se ocupa de investigar el Chiste y su relación con lo Inconsciente, el humor y la agudeza con aquello que no se quiere reconocer ¿Quién rechaza un buen chiste? ¿La risa?... Dichas producciones netamente humanas nos pueden dar la pauta para abordar nuestras cuatro preguntas.
Ello es difícil de encontrar (ninguna noción o referencia al psicoanálisis
[2]) al menos en lo que a occidente se refiere, pues toda la cultura a partir del siglo XX está impregnada de nociones psicoanalíticas: el significado y sentido de los sueños, el Inconsciente, la histeria, los lapsus lingues, ¡esos errores y deslices al hablar!; tales nociones son recogidas por la política, la sociología, las artes (literatura, cine, pintura, teatro, poesía, etc.) la sociología, la antropología, la historia, la historia de las religiones, etc. Por lo cual, al hablar de psicoanálisis es difícil no encontrar en el auditorio alguna referencia o imagen, por más vaga que esta sea, o al menos la referencia a la persona que tuvo el genio de escuchar e inventarlo: Sigmund Freud
[3]. Estas pueden ser, desde los clásicos clichés: la foto de medio perfil de Freud, con el puro en la mano; la fotos de su diván, ahora expuesto en el Museo de Londres; y el psicoanalista posterior congelado en su imagen, medio a la Freud o al intelectual subversivo, con lentes y barba, anotando atentamente todo cuanto la persona que está recostada en el diván va diciendo
[4], o el “facia poker” impecable de la figura del psicoanalista Neoyorquino, como se le ve en muchas películas; las referencias más comunes sobre el Complejo de Edipo, como rivalidad y amor-odio entre los padres y los hijos, mismos que tendrán que renunciar a dichas relaciones incestuosas; así como la referencia al Inconsciente, como eso que no se dijo ni hizo pero que se quería hacer, ese sentido que se escapa en lo que se hace “sin querer queriendo”, etc. etc. Son tales, algunas referencias que se inscriben en la cultura, en lo que se dice todos los días y que dan forma a las nociones que se tienen del psicoanálisis. Lo lamentable es que tales figuras distan mucho de expresar lo principal del psicoanálisis.
A continuación se presentan (los intentos de) respuestas a cada una de las preguntas. Ya que al hablar, solo podemos hacerlo como un medio decir.
¿Qué es el psicoanálisis?
Sería, como en muchos casos, más sencillo iniciar diciendo lo que no es el psicoanálisis. El psicoanálisis no es una psicoterapia en sentido estricto, tomando en cuenta el sentido de la palabra “psicoterapia” pues no busca rehabilitar o enderezar, algo que está “mal” o “enfermo”, “inadecuado”, “trastornado” o “anormal”; tampoco es una consejería o platicas donde se le dice a la gente lo que debe o no debe andar haciendo. El psicoanálisis surge por una pregunta clara, en el vacío de un saber, en la ausencia de una comprensión sobre que le pasaba a la histérica. La medicina de 1800, así como la de ahora, reducida (especializada) al estudio del funcionamiento particular de su campo, poco sabe del sentido y significado de lo que padece la histérica: pues la ha reducido a una paciente que finge sus dolencias; que va de medico en médico, sufriendo en su cuerpo dolencias, parálisis y anestesias diversas, considerara como una simuladora, pues al examinarla, descubrían que “no tenía nada” simplemente “estaba bien”. Freud se planteó el hecho de que, si supuestamente no les pasaba “nada”, era solo según el enfoque médico, por lo que decidió investigar, qué otros sentidos, es decir, a que otra lógica podrían obedecer sus padecimientos; al inicio tuvo la ocurrencia de que tal vez los síntomas histéricos (anestesias, parálisis, dolores, etc.) adscritos a ciertas partes y funciones del cuerpo (garganta, piernas, ojos, cabeza, etc.) podrían suceder porque el cuerpo estaba representado psíquicamente de una manera común
[5], de tal manera que al entrar en conflicto con ciertas ideas o situaciones, se activaban ciertas representaciones o ideas relacionadas (enlazadas) con la zona del cuerpo, como por ejemplo la boca, la garganta, los ojos, etc. realizándose así, el pasaje de un problema o conflicto en lo psíquico al cuerpo (Umbsetzen) proceso llamado conversión.
[6]Al principio, se suponía que lo que ocasionaba tales síntomas era una vivencia traumática, algo muy difícil de entender y lidiar (teoría del trauma) después, el acento sobre la causalidad de los síntomas pasó a ubicarse en la fantasía; sin embargo se mantenía el descubrimiento de que los síntomas histéricos poseen sentido, son expresión –digamos encarnada, como un performance- de algo, dicen cosas, por lo tanto se puede leer algo en ellos, a la manera de un jeroglífico, pero desconocido para quien los padece. Y no solo los síntomas histéricos, sino también los sueños, los olvidos, los lapsus… ¡Todo lo humano! De ahí que el psicoanálisis, iniciado en la atención clínica de las pacientes histéricas, desborde hacia el conocimiento de lo humano en general; en ese sentido, lo que produce el psicoanálisis no es solamente un método, la cura psicoanalítica, sino una forma para investigar lo humano, lo humano constituido por lo Inconsciente.
¿Y qué es lo Inconsciente? Lo Inconsciente es un Saber que no sabemos, pero que podemos conocer. Se manifiesta cuando algo falla, cuando sorprende: cuando decimos o hacemos una cosa que no queríamos decir o hacer; cuando no entendemos sus razones, el sentido de lo que nos sucede, o sobre lo que soñamos, sentimos, sufrimos, cuando nos enamoramos y disfrutamos y padecemos todos los juegos del amor… son todas esas manifestaciones que nos muestran nuestra fragilidad y limitación: cuando las palabras no alcanzar a expresar plenamente lo que queremos decir, o lo que se nos escapa en la interpretación (malentendido) del otro; todo el embrollo que se produce por ser seres hablantes, como el hecho de asumir la imparable muerte.
Jacques Lacan, psicoanalista francés, lo expresó de la siguiente manera “El Inconsciente es una Saber estructurado como un lenguaje” En ese sentido, Inconsciente es un Saber, pero si entonces es un Saber, por qué no lo sabemos, decía Freud medio en trabalenguas “El sujeto sabe, pero no sabe que sabe” Portamos un saber, pero no sabemos que lo portamos, el psicoanálisis apunta a que quien se analiza pueda advertir su Saber articulado como un lenguaje. Un lenguaje que no se habla –digamos- con la lógica de la comprensión racional de la lógica científica, de las premisas derivadas de la máxima cartesiana “Cogito ergo Sum” (“Pienso luego existo”) sino con otra: la del Inconsciente. Ese será el sentido del descubrimiento e invención del Psicoanálisis: que los sueños, síntomas, lapsus, olvidos, chistes…poseen sentido, es decir hablan, dicen cosas, poseen un saber (sobre el propio deseo) son estructuras –formaciones del Inconsciente, dirá Lacan- que pueden leerse, a la manera de una poesía, (metáfora y metonimia) un chiste, el humor… pero a condición de no ser leías mediante reglas (teóricas) estáticas, como decir “Esto significa esto y esto otro, esto otro”, sino que para cada cual significarán cosas diversas, cada (sujeto del) Inconsciente se manifestará en cada persona, según su imagen y sus formas de hablar; el Inconsciente se las ingenia para hacerse decir ante quien pueda escuchar, cifra el sentido, como en los chistes.
El Psicoanálisis ciertamente trabaja con la palabra, pero no es la palabra del logos cartesiano [“(Yo) Pienso, entonces luego (Yo) existo”] sino aquella que apunta hacia su sentido significante -los juegos de sonido y resonancia de un decir que dice otra cosa.
[7] Si en el psicoanálisis se habla, la persona relata cosas al psicoanalista y este escucha, también el que habla puede escuchar lo que dice, su decir, y en esa resonancia y sorpresa de su propio decir, encontrar otros sentidos, puesto que su decir no solamente es el decir, sujeto a la voluntad y control racional del que lo dice, como quien dice: “Yo quiero decir esto….” y termina diciendo otra cosa, siempre se termina diciendo otras cosas; sino una palabra vacilante que muestra disimuladamente “otra cosa”, enlazada a otros sonidos e imágenes, de pronto se dice otra cosa: como cuando alguien dice, “¡Me siento el ser más miserable del mundo” y el analista le dice: entonces deje que su ser hable (mi-ser-hable) algo que estaba ya en la frase, pero sin estar del todo, estaba articulado de manera cifrada. Como en el sueño de la Mecedora y los tres personajes, en donde Me-cedo- en parte a cada uno, en cada uno de ellos reconozco lo compartido.
[8]¿Para qué sirve?
¡Para nada! (risas, muchas risas). Bueno, no es que no sirva para nada, sino que al menos no se plantea una utilidad a priori como decir, el psicoanálisis sirve para x, y,z, a, q, w….Sin embargo, podríamos decir que emprender un análisis es una experiencia sin igual, en donde la persona puede tener la posibilidad de advertir el funcionamiento del Inconsciente, su escritura singular: los significados de sus sueños, sus padecimientos, sufrimientos…sus avatares de la vida y del amor; los juegos y efectos del devenir ese sujeto humano en particular (como es como piensa, siente, hace, dice…desde esa noción ficticia –necesaria- que es su Yo) se dice fácil y muy brevemente, pero se requiere de tiempo y esfuerzo, pues no se trata de explicarle –con razonamientos- a la persona en análisis, el tal o cual cosa es causado porque…. Por ello, el psicoanálisis es una experiencia (Así es “¡El Ello es una experiencia!”) atravesada por la sorpresa en la escucha y lectura de ese decir de otra manera (en sueños, síntomas, lapsus, etc.) el cómo se expresa un sentido de forma cifrada, donde las claves para ese desciframiento las porta –sin conocerlas- (Ahí está el “sabe pero no sabe que sabe”) el mismo sujeto analizándose. De ahí que la “asociación libre” implique el decir todo, por más disparatado, ilógico y vergonzoso que parezca, deja a un lado la ideología, la razón y la moral, trabas que sujetan y dirigen el pensamiento conciente. El psicoanalista lo que hace es escuchar esos otros sentidos, su función es la de un lector particular. ¡Pero cuidado! no se trata de poner un sentido o de decirle a alguien, esto que usted dice o sueña, significa esto, y esto, esto otro, como en esos supuestos diccionarios de sueños que dicen que soñar con agua significa tal cosa, y soñar con escaleras, esto, para todas las personas por igual, como lo hacen ciertos paradigmas de la psicología que asumen un sentido universal ante la presencia o ausencia de cierto rasgo en un dibujo, etc. Como en las dichosas señales de alarma o factores de riesgo –tan en boga hoy en día- “Si ves que tu hijo hace esto o esto otro, entonces, cuidado, podría tratarse de…” O decir que si un niño se hace pipí en la cama es porque alguien abusó de él; o que si alguien está triste en realidad está contento por dentro, etc. El psicoanálisis no funciona así, no asume ni presupone sentidos en el otro, en ese sentido no adjetiva o diagnostica algo como “malo” “bueno” “aberrante” “trastornado”…sino leer el sentido de eso que se dice y habla en el síntoma, el dolor, el padecer, la enfermedad, etc.
¿Hay alguna diferencia entre estas (psicoterapias) y el psicoanálisis?
¡Claro! Y es abismal. Pues radica en la noción de sujeto con la que cada psicoterapia funciona; habrá algunas en donde se considere a lo psíquico en paralelismo y correspondencia con lo médico, por ejemplo, si alguien se enferma del cuerpo, también se puede enfermar de la mente, la noción de lo patológico y del trastorno (normal-anormal) trasladado a lo mental, planteando la noción de lo psicopatológico, aberrante, degenerado en la mente o en las conductas, que tiene que ver más con lo moral y religioso; que supongan que el sujeto tiene que ser “enderezado”, rehabilitado a partir de que adquiera una serie de estrategias o mejore en cierta forma y medida. Por lo tanto la posición del psicoterapeuta será muy diferente a la del psicoanalista, puesto que el psicoterapeuta supone que posee un saber del como ser y hacer, las maneras saludables, correctas y adecuadas al medio (adaptación laboral y económica en la “salud”, que el paciente puede hacer determinada cosa, como señal de salud) aunque puede variar en las particularidades; mientras que el psicoanalista escucha sin pensar ni suponer por el otro, puesto que está advertido de los juegos de la alienación: que toda suposición plantea una (su) posición de quien la enuncia, una mirada que sugiere adjetivos que califican y etiquetan, que le hagan a las cosas ser algo determinado, como decir “Usted lo que tiene se llama….” O “El 35% de las personas que padecen depresión…” “Los niños que padecen déficit de atención, presentan una disfunción en el lóbulo x” en donde se borra el sentido y expresión de la singularidad, creando un sujeto único, reducido al Bios, a lo animal, a la especie, diferente al ser del lenguaje, del Inconsciente, del que se ocupa el psicoanálisis.
En los paradigmas médico, psicológico y psiquiátrico, se operará a menudo con dichos principios, por ello el psicoanálisis –aunque asociado a tales discursos- no tendrá nada que ver con ellos, ni en su sentido histórico, ni en sus postulados y formas de conceptualizar y entrar en relación, tratar al sujeto; la única asociación es política y –digamos- profesional, puesto que en la actualidad en las escuelas y universidades de psicología y medicina hay clases de ciertas nociones sobre psicoanálisis.
Resumiendo, al decir “del sujeto del que se ocupa el psicoanálisis, es el sujeto del lenguaje, por lo tanto del Inconsciente” expresamos el sentido y fundamento de la práctica psicoanalítica: que los síntomas, el sufrimiento, el padecer, lo sueños, los lapsus, los olvidos… (Todas esas cosas a las que en ocasiones no se les ve ningún sentido, ni razón lógica) poseen sentido, hablan, son estructuras para leerse. El Inconsciente se comunica, expresándose de diversas formas, en sonidos y en imágenes.
El sujeto del que se ocupa la medicina, la psicología y la psiquiatría, es a menudo solo un sujeto biológico, en donde se opera con el supuesto de que las causas de lo que se vive, padece, hace, siente…están dadas por el funcionamiento del organismo o la mente, a la que le subyacen procesos igualmente orgánicos o conductuales: cerebro, sistemas, aparatos, genes, mente, reacciones, conductas, etc. O solo se reconoce al sujeto como una interacción o suma de factores y aspectos múltiples, provenientes de lo social, lo biológico y lo psicológico, los llamados grupos multidisciplinarios que inician y terminan en monólogos, así como por no decir ni entender nada, solo planteando el ideal –lugar común- humano de la suma de todo. Como en la actualidad -los lugares comunes causales- todo tiene que ver con la autoestima y el estrés; la depresión y ansiedad y la drogadicción.
¿En qué casos se recomienda el psicoanálisis?En todos los casos, independientemente de las causas y as características, puesto que como hemos dicho, el psicoanálisis se ocupa del sujeto del lenguaje, del sujeto que habla y está afectado por la imagen, de un cuerpo que habla; de que Eso (sueño, síntomas, lapsus, sufrimiento, conflictos, etc.) habla. No interfiere, en cuanto que no se ocupa de influir directamente en el organismo o en la mente (medicina, cirugía, consejos) sino en el cuerpo, puesto que el cuerpo es una noción humana, producto de la imagen y el lenguaje, del Saber Inconsciente. En ese sentido, el peligro en la actualidad es que el cuerpo quede reducido al solo organismo, que todo se pretenda resolver por esa vía (genética o cerebral) en donde lo que alguien imagina y dice no importan, sus palabras ya no cuentan (símbolos) puesto que dicen más las pruebas de laboratorio (por ejemplo, la prueba de Anti-doping escolar, a aplicarse en secundarias en México) en ese sentido, lo humano constituido por lo diverso, ahora es rebajado a lo Uno de la biología. Un dato que nos puede dar algunas claves del por qué hay menos cultura y más regulación Biopolítica aplicada al derecho y la educación, más acorde a la noción económica y política de la globalización (si los cuerpos son el uno, ni importan por lo tanto sus diferencias, solo se aceptan ellas –las diferencias- si son turísticas, comida, música, etc.) en donde, justamente, las culturas al ser expresiones de lo particular (usos y costumbres, idiosincrasias, tipo de trabajo, sexualidad, deseo, etc.) son obstáculos para el “libre” flujo del capital.
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